Carlos se reclina en su silla, sus dedos entrelazados sobre el pecho, como un juez que acaba de escuchar la sentencia de un acusado que ya sabe condenado. La luz tenue de la sala resalta las arrugas de su rostro, pero no apaga el brillo calculador en sus ojos. Una sonrisa lenta y cruel se forma en sus labios, cargada de una ironía venenosa, como si disfrutara de cada palabra que se le escapa entre los dientes.–Vaya… –murmura con voz suave pero teñida de un sarcasmo tan afilado que corta el aire. Saborea cada sílaba como un veneno que no tiene prisa por soltar, mientras su mirada se clava en el rostro de quien lo observa. Lo dice casi en susurro, como si le hablara a un niño que acaba de cometer el error de enfrentarse a un maestro. –Esto sí que no me lo esperaba, pero… –su sonrisa se amplía, dibujándose como un hacha lista para caer. –Esto es una hermosa noticia.Se inclina ligeramente hacia adelante, con una satisfacción palpable. En su mente, todo está perfectamente calculado, ca
Al día siguiente, Amara despierta sintiéndose todavía más deshecha que la noche anterior. El peso de su decisión le aplasta el pecho, haciéndole difícilmente respirar. Cada movimiento es una batalla contra sí misma, contra el dolor que le taladra el alma.Al salir de su casa, el aire fresco de la mañana no logra apaciguar el nudo en su garganta. Camina hacia el auto con pasos vacilantes, sabiendo que lo encontrará allí, como todas las mañanas, puntual, inalterable. Y efectivamente, Liam la espera, pero ya no es el mismo.Ya no es el hombre que solía mirarla como si fuera el centro de su universo. No. Ahora la recibe con una expresión neutra, profesional, fría. El mismo hombre que alguna vez juró protegerla de todo, ahora levanta un muro entre ellos que a Amara se le antoja impenetrable.El silencio entre los dos es ensordecedor, más cruel que cualquier palabra. Cada segundo que pasan juntos sin hablar es como un latigazo en la piel de Amara, recordándole todo lo que ha perdido. Lo
Al llegar a la empresa, el silencio entre ambos es tan espeso que parece un tercer acompañante invisible. Amara camina a su lado, sintiendo cada paso como un peso adicional en sus hombros. Reza en su interior para que el día pase rápido, para que nada, absolutamente nada, lo empeore aún más.Pero el destino tiene otros planes. Apenas cruzan el vestíbulo principal, la figura imponente de su padre se recorta frente a ellos. Amara siente un nudo asfixiante en la garganta. Intenta retroceder, esconderse, desaparecer… pero ya es tarde.–¡Amara! –exclama su padre, acercándose con los brazos abiertos, arrastrando todas las miradas hacia ellos y antes de que pueda esquivarlo, la envuelve en un abrazo firme, autoritario, como si aún fuera una niña a su merced.–Atentos todos –anuncia en voz alta, con una sonrisa orgullosa. Los empleados se detienen, girando hacia ellos con curiosidad, como testigos de un espectáculo inevitable. –Tienen una semana para comprarse ropa elegante–Hace una pausa
Amara no piensa, no razona, solo actúa. Con el corazón golpeándole contra el pecho y los pensamientos a la deriva, corre hacia la entrada del edificio, cada paso un eco de desesperación. Las gotas de lluvia comienzan a caer, ligeras al principio, pero pronto se transforman en una cortina implacable que empapa la ciudad. Pero para ella, el agua, el frío, nada de eso importa. Solo hay un pensamiento, una súplica constante en su mente: hablar con él.Liam, con la expresión más distante que jamás había visto en él, da unos pasos más, apretando el paso como si tuviera miedo de que ella lo alcanzara. Pero no puede dejarlo ir. No ahora, no cuando sabe que aún tiene una última oportunidad de explicarse.–Liam, espera, por favor, déjame explicarte –implora Amara, con voz quebrada por el esfuerzo de contener las lágrimas. Sus palabras se arrastran, desesperadas, como si pudieran salvarla de este abismo que ha creado ella misma.Liam no la mira, no la escucha. Su rostro, antes lleno de ternur
Kate lleva a Liam a su departamento, un espacio que solía ser suyo y de él, un santuario donde los cuerpos se fundían en un deseo desenfrenado, pero ahora, la atmósfera se siente distinta. Los recuerdos de aquellos momentos ya no son lo que eran antes, y sin embargo, el aire está cargado de una energía que no logran descifrar. Le entrega una cerveza, y él la toma, dejando la lata sobre la mesa, sin apenas saborear el trago. Su mirada se clava en la de Kate, llena de una furia contenida, como si el deseo que arde dentro de él fuera lo único que pudiera apaciguar la tormenta en su mente. De repente, sus manos toman la lata con más fuerza de lo necesario, y sin pensarlo, la suelta y la arroja al suelo con un ruido seco. Su boca encuentra la de Kate en un beso brutal, sin suavidad, un choque de lenguas y respiraciones, un beso vacío de sentimiento pero cargado de rabia. –¡Basta, Liam! –La voz de Kate sale ahogada, como un susurro lleno de desesperación, mientras empuja su pecho con
El implacable tic-tac del reloj se alzaba como un ominoso presagio, señalando la inminencia de una tragedia que acechaba en las sombras. En ese sombrío rincón del universo, el corazón de la señorita Amara latía con una ferocidad indomable, una tormenta en su pecho que no encontraba refugio en medio del caos desatado a su alrededor.–Señorita Amara, por favor, venga conmigo– ordenó el enigmático hombre, su voz resonando como un eco distante en el abismo de su terror. Sin embargo, ella estaba paralizada, sus extremidades temblando como una hoja en el viento huracanado de sus emociones desenfrenadas. Cada latido de su corazón era un eco retumbante de lo efímera que podía ser la línea entre la vida y la muerte en un instante.–No tenemos tiempo que perder. ¡Sígame rápido señorita!–insistió, elevando el tono de su voz mientras la amenaza inminente se cernía sobre ellos, con reporteros y policías a punto de invadir el lugar.La desesperación se apoderó del misterioso hombre, y sin titub
No obstante, con el pasar de los días las cartas cesaron y hoy en día la Casa de Modas Laveau se yergue majestuosa como un faro de prestigio y distinción, una entidad aclamada y altamente remunerada en cada rincón del planeta. Con su sede principal estratégicamente anclada en la ciudad de Milán, esta marca icónica ha tejido su presencia en una red global, extendiendo sus tentáculos a múltiples países. Una noche, el pequeño departamento que Amara había comprado para “momentos especiales” se encontraba en un manto de sombras, y el aire estaba cargado de una mezcla embriagadora de perfume y deseo. Amara se encontraba perdida en una vorágine que prometía ser inolvidable, aunque sabía que al amanecer solo sería un recuerdo borroso en su mente. Los dedos de un hombre, cuyo nombre apenas se esforzaba en recordar, rozaban su piel con una intensidad que bordeaba la desesperación. La risa de ambos resonaba en el espacio reducido, mezclándose con el ritmo entrecortado de sus respiraciones.Pe
Sin pronunciar palabra, Amara salió de la oficina de su padre. Cerró la puerta con un golpe seco que resonó en los pasillos, un eco que no solo marcaba el final de la conversación, sino también el inicio de una batalla personal. Sus pasos eran firmes, rápidos, como si el sonido de su caminar pudiera disipar la ira que le quemaba por dentro.Frente a la puerta de su habitación, se detuvo, jadeando ligeramente. De alguna manera, sentía que el aire estaba más denso, como si sus pensamientos pesaran más que nunca–¿Cómo pudo hacerme esto? –murmuró, empujando la puerta con la palma de la mano. El vestíbulo de su cuarto parecía el único lugar donde podía encontrar algo de calma, pero, al entrar, la frustración la golpeó nuevamenteSe sentó en el borde de la cama, mirando al vacío. ¿En qué momento su vida había dejado de ser solo suya?. Cada rincón de la casa parecía recordar su rol como la hija obediente, la heredera de la Casa de Modas Laveau. Pero ella quería más. Necesitaba más.–¿