Una hora después
Ambos bajan por la escalera, pero Cristóbal camina con la mente nublada y el corazón latiendo en su pecho con fuerza, como si quisiera escapar. Cada escalón que desciende lo acerca más a un abismo del cual no sabe si podrá salir indemne.
El gran salón comedor está iluminado por la luz suave de las lámparas, pero para él, la escena se ve sombría, casi irreal. Allí están Carlos y Úrsula, esperando, como si fueran dos sombras que lo acechan. Al ver a Úrsula junto a su prometido, Cristóbal se detiene en seco. Sus pies parecen clavados al suelo, como si el peso de la situación lo hubiera encadenado. Un escalofrío helado recorre su espina dorsal, y por un momento, el mundo alrededor de él se desvanece.
¿Qué hacer?, ¿Saludarla como si nada hubiera pasado?, ¿Ignorarla y seguir adelante?. Pero no puede. No puede olvidarla. No puede olvidar lo que sucedió la noche anterior. El recuerdo de sus cuerpos fusionándose en la oscuridad lo asalta, y la culpa y el deseo se entrelaza