Luego de asegurarse de que Ayslin y Lucero están a salvo dentro del búnker, ese lugar que ha construido con sus propias manos cuando todavía creía en un futuro junto a ella, Liam cierra con doble traba la pesada puerta blindada. Es el único que conoce su existencia, el único que sabe que ese refugio ha sido diseñado no solo para proteger cuerpos, sino también para guardar secretos.
Con el corazón latiéndole con fuerza, sube a su moto y conduce sin pensarlo hasta la casa de Sophie, esperando, o mejor dicho ansiando, que Cristóbal aún esté allí. Tiene preguntas sin respuesta, un odio que arde sin dirección, pero al llegar, se encuentra con la sala vacía.
—¡Maldito desgraciado! —ruge, lanzando su puño contra la pared más cercana—. Sabía que no podía confiar en él. ¡Lo sabía!
—En él no… pero en mí sí —susurra una voz a sus espaldas, cargada de ironía y una pizca de satisfacción.
Liam se gira de inmediato. Sophie está ahí, apoyada con naturalidad contra el marco de la puerta, con los b