A lo lejos, Kate se da cuenta de que todo está saliéndose de control. Y sin pensarlo dos veces, gira sobre sus talones, con los ojos desorbitados y la mandíbula tensa. Su respiración es cortante, su andar salvaje. Toma a Amara con violencia del brazo, casi dislocándole el hombro.
–¡Esto no termina acá! –escupe, con una mezcla de odio y desesperación que le tiñe la voz. – ¡Tú vienes conmigo, aunque sea arrastrándote, maldita sea!
Empuja a Amara con fuerza hacia atrás, obligándola a tropezar entre ramas y raíces, abriéndose paso como una fiera herida. Su único pensamiento es sobrevivir… y vengarse. El plan ha fracasado, sí, pero aún le queda algo: Amara. Su prenda de guerra. Su moneda de cambio.
Liam la ve. La mira apenas por un segundo y su rostro se transforma. Por esa razón, con el afán de salvar a Amara, corre tras ella. –¡Kate! –grita. – ¡Suéltala! ¡No te la vas a llevar! ¡No otra vez!
Pero Kate conoce ese bosque como si fuera una extensión de su propia rabia. Cada sendero, c