C65- OXITOCINA
Sara descansaba en la cama cuando la puerta se abrió suavemente. Una enfermera que no había visto antes entró con una sonrisa amable, cargando una bandeja con medicamentos y una jeringa.
—Buenos días, señora Leclair. ¿Cómo se siente hoy? —preguntó con dulzura, mientras dejaba la bandeja sobre la mesa.
—Un poco cansada, pero bien —respondió Sara con una sonrisa débil, arqueando una ceja—. ¿Dónde está la otra enfermera? Siempre es ella quien me atiende.
—Oh, está de descanso hoy. Pero no se preocupe, yo me encargaré de usted.
La mujer acomodó los frascos sobre la mesa con movimientos medidos, pero en sus ojos había un destello nervioso. Con la mano temblorosa sacó de su bolsillo un pequeño frasco y lo mezcló rápido con los demás medicamentos.
Su respiración se aceleró apenas, como si temiera ser descubierta.
Sara, confiada, volvió la mirada hacia la ventana, sin notar el gesto. La enfermera llenó la jeringa con la sustancia mezclada, el líquido brillando bajo la luz del s