“Este será nuestro único pronunciamiento público. No lo hacemos por fama ni por defensa personal, sino por nuestros hijos. Lo demás… es historia.” —Albert Brown
El estudio estaba preparado con una sobriedad íntima. Luz cálida, muebles neutros, un fondo con plantas verdes y una mesa baja con té. Todo cuidadosamente diseñado para evitar la frialdad de un set noticioso o la teatralidad de un talk show. En cambio, lo que buscaban era exactamente lo contrario: humanidad.
Albert vestía una camisa azul claro, sin chaqueta. Emily, un vestido de lino color crema, sin joyas, sin artificios. Ella tenía las manos entrelazadas sobre las rodillas. Él le dirigía miradas constantes, de esas que solo entienden los que han sobrevivido al escándalo tomados de la mano.
El periodista comenzó con un tono pausado:
—Gracias por recibirnos. Albert, Emily… esta es su casa. ¿Por qué ahora?
Albert
—Porque ya no se trata solo de nosotros. Las mentiras, los titulares, las suposiciones… ya tocaron a nuestra famili