A mediodía, Roland vino en busca de Isabel. Y poco después, Noe apareció y Dianna corrió hacia él. Todo en la mansión fue tornándose un poco agitado; hombres entraban y salían llevando grandes mochilas negras; los autos de los socios se encendían y abandonaban el estacionamiento uno a uno; había charlas animadas, risas y uno que otro improperio.
Se estaba preparando para irse.
Cuando Dianna volvió, se sentó a mi lado y apoyó el mentón en las manos.
—La cacería ha comenzado —dijo con satisfacción, mirando los preparativos—. Van a ir tras el dueño. Seguro morirá.
No dije nada, solo me limité a juguetear con mis dedos. No podía dejar de pensar en Gisel, en Katerin, y en Demián. ¿Qué haría? ¿Cómo lograría salir de la mansión y reunirme con esa mujer?
—Livy, debes ir con Gisel y averiguar sobre tu hermana —agregó con decisión. Le había contado sobre la llamada de Gisel—. Aprovecha este día, tendrás tiempo suficiente. Seguro ellos volverán a la mansión mañana por la madrugada, es