La mañana llegó cargada de sentimientos nuevos y determinación.
Luego del momento especial compartido la noche anterior, Rubén intentó dormir abrazando a su esposa, pero fue imposible. A Rosanna todavía le costaba encontrar una posición cómoda que aminorara el dolor y una persona a su lado ciertamente no era la mejor opción. Decidieron permanecer en habitaciones separadas, al menos por un tiempo.
A veces deseaba tener amnesia selectiva y borrar de su memoria los recuerdos amargos que lo acechaban. Despertar en esa habitación secundaria —la misma a la que se exiliaba tras una pelea o cuando ya no soportaba verla— chocaba de frente con la ilusión de su nuevo comienzo. Por eso había amanecido de mal humor.
Cuando bajó a saludar a su hija, la encontró en la cocina, interrogando a Jasmine sin tregua y fascinada con la idea de que fuera la princesa del cuento. Su largo cabello, recién teñido de negro, caía por su hombro en una trenza floja, y vestía una blusa turquesa de hombros caídos con