El momento que Rosanna llevaba esperando durante el último año por fin había llegado.
No podía seguir fingiendo. Las noches con Rubén, esas que alguna vez fueron su alimento favorito, puro placer y lujuria, ahora la hacían sentirse prisionera en su propia cama. Eran una rutina insoportable. Solo quería sentir las manos de Kamal sobre su cuerpo, esos labios calientes que la devoraban sin pedir permiso, sin esperar nada más que rendición.
Al principio, casarse con Rubén había sido un sueño hecho realidad. Él era todo lo que una mujer podía desear: atractivo, rico, atento, encantador, poderoso. Un príncipe oscuro con una billetera sin fondo y un cuerpo de pecado. Le daba todo lo que pedía, la trataba como a una reina, y la hacía suya como si fuera lo único que importaba en el mundo.
Pero todo eso se esfumó con el nacimiento de su hija. Ese parásito diminuto se aferró a su cuerpo y le robó el protagonismo, la juventud y, lo peor de todo, el amor de Rubén.
Rosanna lo intentó, en serio. Tra