Adentro de la casa, Rosanna hizo su parte también. Redactó una carta conmovedora para el director de la escuela disculpándose por la decisión abrupta y solicitando el permiso al que tenía derecho por su luto, junto con sus vacaciones. Dijo que había sido un error intentar seguir adelante tan pronto, que necesitaba sanar.
Los contactos de Rosalin eran pocos; apenas cinco números tenían conversaciones: sus compañeros de trabajo y la dueña de la pastelería. Les dijo lo mismo, explicándoles con la voz quebrada que su periodo de negación había terminado y necesitaba tomarse un tiempo para sí misma. Dijo que iría a la playa y prometió comunicarse lo antes posible. Eso debía darles al menos unos días de ventaja sin que nadie buscara a su nueva hermanita.
No podían permitirse errores. Rosanna empacó las cosas de Rosalin en las viejas maletas que encontró bajo la cama. Era evidente que no se habían usado en demasiados años. Eligió la ropa necesaria,