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Pablo, los ojos abiertos como platos, llevó su mirada al rostro de quien había llegado con la joven rubia. La expresión de sorpresa de la muchacha griega no podría haber sido más elocuente, así mismo la de muchacha de Manitoba. En seguida, giró su cabeza para mirar a quien había estado besando durante los últimos minutos para encontrar un rostro acongojado.

–¿Aikaterina? ¿Cómo así? ¿Qué es lo que está pasando aquí? –preguntó de manera aireada la joven rubia.

–No lo sé –dijo Pablo–, pero parece que esto es más que una simple confusión.

–Pablo, eso era lo que te iba a decir antes de que ellas llegaran –dijo Aikaterina.

–¿De qué se trata todo esto? –preguntó Karla, su mirada puesta en Aileen.

–Todo se dio para tratar de frenar al teniente Williams –dijo Aileen.

–Claro, ahora recuerdo, todo esto es muy lógico –dijo Karla−. Yo quería ir a protegerte de ese hombre –la rubia puso su mirada en Aikaterina –pero tu hermana me lo impidió y para que no me fuera para
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