No entendía cómo Luciana podía bromear sobre semejante tema.
—¿De veras no te incomoda eso?
—¿Por qué lo haría? —Luciana alzó los hombros. Qué manía de cuestionarle siempre lo mismo. Lo irónico era que Luisa también lo toleraba, pero por razones opuestas: la propia Luciana no sentía amor, mientras que Luisa parecía amar demasiado.
Los ojos de Luisa se inyectaron de rabia:
—¿Entonces no lo amas?
—¿Amar al señor Guzmán? ¿Perder la vida así? —Luciana negó con firmeza—. Es que ni loca.
Ser la “amante” ya le parecía suficientemente lamentable; de entregar el corazón ni hablar.
—¿Y por qué volviste? —insistió Luisa—. ¿Para qué lo provocas otra vez? ¿No fue suficiente con todo el daño que le hiciste?
Daño, se decía Luciana con ironía… ¿qué daño podría tener Alejandro, si llevaba una vida llena de conquistas? Para ella, Luisa vivía cegada por los sentimientos.
—¿Por qué te alteras? —replicó Luciana, con una media sonrisa—. Ah, claro, lo amas de verdad y por eso quieres defenderlo.
—¡Así es! —L