Salvador resopló, sintiendo un inesperado pinchazo de celos. “Bueno, al menos es su hermano, pero aun así…”, pensó.
—Marc —lo llamó, encendiendo un cigarrillo—. ¿Puedo hablar a solas con Marti un momento?
—¿Eh…? —Marc dudó, mirando a su hermana.
—No te preocupes, hermano —contestó ella, con un gesto afirmativo—. Estoy bien.
—De acuerdo. —Marc pensó que, después de todo, el señor Morán acababa de ayudarlos y si Martina daba su consentimiento, no había motivos para negarse. Le acarició la cabeza—. Estaré afuera esperándote.
—Sí, gracias.
En cuanto Marc se fue, Martina alzó la vista hacia Salvador.
—Gracias por lo de hace rato.
—No tienes por qué agradecer —respondió él, quitándole importancia—. ¿Cómo es que terminaste en semejante situación, acompañando a tu hermano en un “negocio”?
Miró a Martina con curiosidad:
—Conozco a ese señor Velasco. ¿Necesitaban un préstamo?
—Sí —admitió ella con sencillez—. Hemos recorrido varias instituciones y él era el único interesado en negociar.
Pero no