Se trataba de Mónica, seguida por Simón. Este último mostraba una expresión de resignación.
Según las indicaciones de Alejandro, Simón debía esperar a que Mónica se despertara para acompañarla a su casa. Sin embargo, ella insistió en buscar a Alejandro para despedirse, dejando a Simón sin alternativa.
—Alex… —saludó Mónica, que, tras haber descansado, se veía un poco mejor. Aunque seguía sin maquillaje, con los párpados hinchados y un rostro algo pálido.
—No culpes a Simón, fui yo quien insistió en venir. Quería decirte adiós y, de paso, disculparme con tu esposa. Ayer me comporté de manera muy descortés.
Mientras hablaba, Mónica echó un vistazo al interior.
—¿Puedo verla? ¿Se encuentra aquí?
Alejandro no se sentía con ánimo de rechazarla en la puerta; de cualquier modo, ya estaba a punto de entrar.
—Sí, ella está adentro.
Mónica forzó una sonrisa y, sin más, avanzó.
—No tomaré mucho de su tiempo, solo un par de palabras y me voy.
—De acuerdo —aceptó él.
Ambos entraron a la suite, just