La familia Hernández tenía una gran noticia: Marc iba a llevar a su novia a comer a casa.
Para Laura y Carlos aquello fue una gran alegría. Que la presentara en familia significaba que la cosa iba en serio; con suerte, sería su futura nuera.
—¿Cómo la vamos a atender? —Laura juntó a todos y armó una mini reunión—. ¿Y si reservo un salón privado en el restaurante Áurea? Martina, tú lo conoces, ¿te encargas?
—Va…
—No —la interrumpió Marc, entre divertido y apenado—. Mamá, Ariadna solo viene a un almuerzo sencillo, no es una visita formal.
Quería presentarla y dejar claro que iba en serio con ella, sin presiones.
—No hagamos tanto show, como si ya tuviera que casarse conmigo. La haríamos sentir presionada.
—Cierto —asintió Martina—. Demasiada ceremonia se parece a un chantaje emocional.
—¿Entonces?
—Nada de reservas —decidió Laura—. En casa, algo casero y relajado: nos vemos y conversamos en familia.
—Exacto —sonrió Martina—. Y no te pongas nervioso, ¿sí? Avísale a Ariadna Torres que, si