Capítulo 1280
—… —Luciana sollozó, sin voz, y al fin logró hilar—: Sí… sí. Voy a casarme.

Del otro lado, silencio. Largo.

Se cubrió la boca con la mano, con miedo de que, si él decía algo, su propio llanto lo tapara.

Por fin, él habló.

—Bien. Qué bien.

La voz de Alejandro sonó lejana, rara, como si hablara para ella o para convencerse a sí mismo.

—Fernando es un caballero. Y capaz. Para ti… alcanza. Está bien.

Ni siquiera como rival podía hallarle defectos a Fernando. ¿Alejandro debía alegrarse o odiar?

—Luciana Herrera —dijo su nombre completo, grave—. Date la vuelta. Mira hacia la calle, ¿sí?

"¿Qué?" Luciana parpadeó, desconcertada. ¿Estaba cerca?

Giró de golpe hacia la acera y buscó con la mirada, pero no lo vio.

—¿Dónde estás, Ale? —se le escapó.

A él le dolió. Los ojos se le humedecieron; la voz le salió rota.

—¿Para qué me buscas? Luciana, desde ahora… ya no puedes buscarme.

El vacío le hizo un hueco en el pecho.

—Está bien. Te dejo ver una última vez.

Entonces, por la calle lateral apareció,
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