Capítulo 1077
En estos días el bochorno veraniego cedió un poco y, al amanecer y al caer la tarde, ya sopla una brisa refrescante.

Ese tipo de clima es un alivio para los adultos mayores.

Durante la ola de calor, Miguel se había sentido algo decaído: comía mal y dormía peor; ahora, apoyado en su mecedora, cabeceaba mientras se dejaba arrullar por el vaivén.

Alba jugaba en silencio sobre la alfombra, justo a sus pies.

Alejandro se acercó y alzó a la pequeña; Luciana Herrera tomó una manta ligera con la intención de cubrir al abuelo.

Sin embargo, aquel movimiento, por suave que fue, despertó a Miguel.

Parpadeó, aún desorientado, y miró a Luciana:

—¿Lucy?

…Luciana vaciló un instante.

—Abuelo, soy yo, Luciana.

—Ah.

Miguel asintió despacio y fue recuperando la lucidez.

—Cierto, eres Luciana. Lucy partió hace muchos años… Cuanto más viejo se vuelve uno, peor le funciona la memoria, salvo para lo ya vivido.

Al mencionar a su madre, el recuerdo despertó en Luciana más nostalgia que dolor.

Aun así, la duda l
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