Tania mostró un semblante rígido: —Señor Rodríguez, tuve un pequeño desacuerdo previo con su señorita Díaz, y sumado a lo de ahora, creo que de diez personas, al menos siete pensarían que lo hizo a propósito.
—Y por cierto, ¿en serio no recuerda quién soy?
Mientras hablaba, Tania perdía cada vez más el control.
La mirada de Mateo era fría, e incluso transmitía severidad: —No necesito que me diga cómo son mis empleados. E incluso si fuera cierto, ¿qué importa?
Con esa frase, Mateo dejó a Tania sin palabras. Su mirada, y el hecho de que no respondiera a su última pregunta, dejaba claro que no tenía ningún recuerdo de ella.
Tania se sintió enojada, molesta y avergonzada.
De repente, la voz de Lucía resonó cerca: —Señorita Cruz, aquí está el hielo.
Lucía mantenía una expresión serena, completamente imperturbable. Mientras tanto, Mateo mostraba un semblante frío, con una mirada severa e intimidante que transmitía claramente un mensaje: si no se disculpaba con Lucía, podía olvidarse de la co