Capítulo 150
En ese momento, Mateo regresaba de un viaje por fuera del país, pero se encontró el montón de reportes de trabajo esperándole.

—Señor Rodríguez, está todo organizado para empezar la entrega a la una de la tarde.

Mateo miró hacia donde Lucía trabajaba ocupada y la llamó con tono distante: —Señorita Díaz.

—¿Sí, señor Rodríguez?

—Si no tiene otros compromisos, por favor tenga usted la amabilidad de acompañarnos esta tarde.

Todos los presentes se sorprendieron. Era un trabajo de por si bastante pesado y agotador que ninguna mujer solía hacer, siempre lo asignaban a los hombres de la oficina. Lucía sería la única mujer en hacerlo. Además, con el solazo que estaba haciendo allí afuera, su vestido y tacones, le sería incómodo agacharse y caminar. No era pues apropiado que fuera, pero nadie se atrevía a contradecir a Mateo.

—Sí, señor Rodríguez —respondió Lucía, acatando la orden.

Mateo se marchó hacia su oficina sin mirarla.

—Lucía, te acompaño —ofreció Paula, queriendo ayudarla.

—No es neces
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