Todo era un desastre. Los estruendos de disparos llenaban el aire, y yo estaba muerta de miedo. No por mí, sino por él. Fabien estaba sangrando demasiado, y todo era culpa mía.
Piero se acercó a nosotros y levantó a Fabien. Jacob también se aproximó, y los cuatro salimos del jardín. Nadie sabía de dónde venían los disparos. Metieron a Fabien en la enfermería, y William quitó la camisa para verificar su estado.
— Tenemos que llevarlo al hospital — nos dijo.
Mi mundo se fue al carajo. Fabien se veía mal, y yo me sentía miserable.
— No voy a morir, Carolina — me dijo con esfuerzo. Su cara se veía pálida, estaba muy mal.
— Yo no quiero que mueras — le dije llorando. Me acerqué a él y lo abracé, le di un beso y luego me separé.
— Llévala al cuarto — ordenó Fabien a Jacob. Yo negué con la cabeza.
— No, me quiero quedar contigo, por favor — le supliqué.
Jacob me cargó y me sacó de la enfermería.
— ¿Se va a morir, verdad? — le pregunté, pero Jacob no dijo nada.
— No quiero que se mue