Apenas llegamos a la casa, yo corrí a la habitación, me encerré en el baño y me observé. Mi rostro y cuerpo estaban empapados de la sangre de ese hombre, mi vestido blanco se veía rojo. Toqué mi pelo e igual que mi cuerpo, estaba empapado en ella.
— No deberías pensar tanto en lo que pasó — Me dijo Fabien entrando. Yo lo miré, y sí, él también estaba manchado, pero era algo que no le preocupaba. Esa mancha rojo sangre la ha tenido desde pequeño.
Fabien se acercó a mí, me metió a la ducha, despojándome de mi vestido.
— ¿No piensas en ellos cuando duermes? — Le pregunté, pero Fabien no me contestó. Yo lo abracé y hundí mi rostro en su pecho.
— ¿Dime cómo hago para no recordar la mirada aterrorizada de ese hombre? ¿Cómo olvidó que disfruté que me tocaras mientras él estaba a mi lado? — Le pregunté mientras me ahogaba en llanto.
Miré arriba para encontrar ese par de ojos color fuego, esos ojos que se volvían cálidos al mirarme.
— Enséñame a ya no tener corazón — Le supliqué, pero él no di