Volvi a la enfermería y me senté. Quería patear a Fabien, era un bastardo infeliz, pero esta sí que me las iba a pagar. Él no podía ponerme cachonda e irse.
— Por tu cara, debo suponer que tu encuentro con Fabien no fue nada bueno — me comentó William.
Yo voltee y fulminé a William con la mirada.
— No menciones a ese desgraciado, lo odio con el alma — le dije.
Me crucé de brazos y hice un puchero. Tenía tanta rabia, pero la tenía conmigo. ¿Cómo pude aceptar eso y disfrutarlo? ¿Acaso estaba loca? Yo había visto cómo él cortaba en pedazos a un hombre, con las mismas manos que me tocaron a mí. Me levanté de la silla y me fui de la enfermería.
Fabien aún no se había ido, estaba hablando con Jacob y con otros hombres más.
— ¿Tu padre no te enseñó que espiar es de mala educación? — Me preguntó él. Yo negué con la cabeza.
— Déjame adivinar, tú lo hiciste y tu padre te castigó — le dije.
Él se rió.
— Deberías dedicarte a eso, porque acabas de adivinarlo — me dijo.
¿Por qué me confundía tanto