Cuando la empleada puso el plato en la mesa, yo desvié la mirada. Era carne roja, y por cómo se veía, estaba prácticamente cruda. Yo miré a Fabien cortando y comiendo como si nada.
— Se te va a enfriar — Me dijo Piero sonriendo. Yo corté un trozo de la carne y lo metí en mi boca. Al masticar, las náuseas llegaron. Tomé una servilleta y escupí la carne.
— ¿Quieres otra cosa? — Me preguntó Fabien.
— Quiero comer fruta — le dije.
Piero me miraba con una enorme sonrisa mientras masticaba. Este tipo realmente era un asco de persona.
— Está bien, ya regreso — me dijo Fabien.
Se levantó y salió del comedor. Piero aún me estaba viendo.
— ¿Aún piensas que solo yo soy un monstruo? Tú duermes todos los días con uno mucho más peligroso que yo — me dijo.
No entendía por qué hacía eso. Era ridículo. ¿Acaso quería que yo le temiera a Fabien? ¿O qué carajo era lo que quería al mostrarme todo eso?
— Si quiere que lo deje, lo está haciendo mal. Fabien es el que me retiene. Hable usted con él, yo me iré