Varios hombres salieron de la nada. Jacob estaba todo tenso, y yo estaba que me moría de miedo.
— Métela al coche, Jacob. Quiero almorzar con ella — le pidió Piero.
Yo negué de inmediato con la cabeza.
— Almorzaré con Fabien, pero muchas gracias — le dije con una sonrisa. La experiencia pasada me enseñó a no hablar de más.
— Métela al coche ya — ordenó.
Jacob no se movió ni un centímetro, y yo estaba rezando porque ese hombre se fuera de una vez y por todas. ¿Por qué tenía que ser tan desgraciado? Él sabía que daba miedo.
— Solo tengo dos opciones, ser asesinado por ti o ser torturado y asesinado por Fabien, así que prefiero mil veces que me mates tú, pero no puedo dejarte a la niña — dijo Jacob.
Escuchar eso de la boca de Jacob era tan aterrador. Yo no veía tan peligroso a Fabien si lo comparaba con Piero.
Piero se rió.
— Está bien, ven con nosotros, así la cuidas — le propuso.
Jacob aún no se movió, y yo le agradecí al señor por eso.
— Ni se te ocurra entrar a ese coche — le dije a