Duda y me mira con el ceño fruncido, una mirada severa es suficiente para hacer que se decida y pase por la puerta, cerrándola detrás de él. Le dedico una mirada rápida al guardia de seguridad y camino con paso fingidamente decidido hacia el ascensor.
Cuando ambos entramos me apoyo en la pared y me quito los tacones con dificultad. Si los llevaba un segundo más tendrían que amputarme los pies. Sam se ríe con suavidad al ver mi cara de alivio, y a pesar de que está detrás de mí puedo imaginarme su cara irónica y los brazos cruzados sobre el pecho. Me paso las manos por la cara y suspiro.
Supongo que ahora es el momento de escuchar sus explicaciones sobre el porqué debería perdonarlo.
—¿Y bien? —inquiero.
Salimos al pasillo de mi apartamento y camino dando pequeños traspiés.
—Estás bastante pedo —murmura. Lo miro por el rabillo del ojo y me río al ver el ceño fruncido y sus labios formando un mohín—, y más insoportable —añade con una risita.
Oh, ese