Conduce demasiado rápido y tengo la sensación de que nos vamos a chocar contra algún otro coche. No me atrevo a hablar con por miedo a su reacción y estoy empezando a acojonarme de verdad. Tiene los nudillos blancos de apretar el volante y la mirada clavada en la carretera.
Me paso las manos por la cara e intento no saltar y empezar a gritarle por su forma temeraria de conducir. Comienzo a morderme las cutículas de las uñas cuando se salta un par de semáforos y algunos flashes brillan; este mes tendrá un par de multas en el buzón por exceso de velocidad.
Pero pierdo los estribos por completo cuando empieza a maldecir entre dientes.
—¡¿Pero a ti qué te pasa?! —le espeto.
Me mira de reojo y me fulmina con la mirada. Su respiración aún está agitada por la pelea con Aiden y su mirada es fría y agresiva a la vez. Aiden se llevó la peor parte y Sam sólo un labio partido. Estoy muy enfadada con Sam por haberle pegado a Aiden, pero aún estoy más enfadada con este últ