El aroma del café recién molido flotaba entre los elegantes murmullos del restaurante Mirago. Richard Fontaine, CEO de Global Tech, hacía girar su copa de vino tinto mientras esos ojos grises, expertos en el cálculo, recorrían la sala con la agudeza de un depredador. A sus treinta y cinco años había perfeccionado el arte de mezclar los negocios con la seducción, siempre capaz de ocultar intenciones poco nobles tras una fachada de refinada elegancia europea.
—Las cifras del último trimestre resultan bastante alentadoras —comentó a Sebastián, aunque su mirada ya había volado hacia otro punto: una mujer de cabello castaño que reía con sus colegas, irradiando un encanto natural en cada gesto.
Sebastián siguió la dirección de su mirada y, de pronto, el pecho se le tensó. Cassandra, vestida con un traje azul marino, lucía más distinguida que nunca. Incluso desde la distancia podía percibir ese brillo especial que ella mostraba solo cuando estaba relajada, cuando no tenía que fingir frialdad