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El tercer día llegó con papeles de alta y un alivio que se sentía en el cuerpo.

—Dos mil doscientos gramos —anunció el pediatra—. Cien gramos más desde el nacimiento. Signos vitales perfectos. Isabella está lista para ir a casa.

Casa.
Lejos del hospital.
Lejos de Florencia.

Cassandra sintió que algo por fin se aflojaba en su pecho.

—¿Restricciones?

—Las usuales para prematuros. Alimentación cada tres horas. Monitorear temperatura. Pero, sinceramente, Isabella es de las bebés más fuertes que he visto esta semana.

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