Capítulo 37: Rastro de traición y ecos del pasado.
La tarde estaba envuelta en un tono gris sombrío cuando Elías Montero salió del hospital privado con un único propósito: atrapar a Graciela. Sus ojos reflejaban una mezcla de ira contenida y sufrimiento. Mientras el viento ondeaba su chaqueta oscura, Draco lo seguía en silencio, consciente de que su jefe estaba a punto de desatar el infierno en la tierra, lo conocía de años y esa cara solo la había visto una vez y lo que paso después fue horrible.
—¿Tenemos confirmada la ubicación? —examinó Elías, con la mandíbula tensa.
—Sí. Una residencia en las afueras de Toledo. Uno de nuestros agentes infiltrados la localizó. Está con un pequeño grupo de seguridad. Todo apunta a que se siente segura. —
—Excelente. Quiero a los mejores a mi lado. No quiero errores. Nadie dispara a menos que yo lo ordene. Deseo mirarla a los ojos antes de que pague por todo.
El convoy arrancó con un rugido de motores que rompía el silencio de la ciudad. Mientras se alejaban, Elías mantenía su mirada fija al frente,