Mundo ficciónIniciar sesiónEmma
¿Ser madre es fácil? Para nada. La maternidad es sin duda una excursión a un parque de aventura, con pruebas que ponen en riesgo tu estabilidad mental y por qué no, tu libertad.
— Emma Wood —contesto lo más armoniosa posible.
Tal vez demasiado para ser que me llaman varias veces en la semana, incluso he tenido que pedir permiso para salir o llegar más tarde al trabajo por reuniones.
Solo la semana pasada tuve que ir dos veces allí. Ya no podía seguir haciendo esto, no tenía más mentiras.
— Señorita Wood, nos comunicamos del colegio de su hijo, Oliver Fournier.
No me había dado cuenta, no tenía más hijos, ellos sabían eso, poseían una ficha, además recuerdo que una de ellas dejó escapar un pequeño «Gracias a Dios» cuando les comenté que no había hermanos.
— Necesitamos que venga a buscarlo.
Tomé aire, lo solté y observé la puerta, no podía entrar ahí y decir que me iría a mi casa, se supone que tengo que estar disponible para la reunión de esta tarde.
Era la tercera vez en menos de diez días que pedía permiso. Despedida, así estaría al finalizar el día, lista para ir a la fila de desempleo.
Oliver, Oliver, Oliver.
— ¿Qué hizo esta vez? —mi voz suena cansada.
Quiero gritar, golpear alguna cosa o tirar algo del enojo que siento en este momento. Sabía que la culpa no era de mi hijo, él simplemente era curioso, su cabeza trabajaba todo el tiempo, más que cualquier persona.
Oliver no controlaba su sarcasmo, el tacto no era lo suyo y sin duda no podía mantenerse a raya cuando algo le parecía absurdo.
Lo que llevaba a que se aburriera fácil y provocara problemas como los que estaban a punto de contarme. Criar un genio era una tarea de tiempo completo.
— De nuevo le ha faltado el respeto a su profesora —eso seguramente era cierto —, además, les explicó a sus compañeros la reproducción del ser humano y los animales —eso también.
Me golpeo la frente mientras maldigo internamente, lo habíamos hablado, antes de salir le recordé todos los «No» que tenía, cada parte de lo que no podía hacer, pero aquí estaba.
— Con detalles —siguió.
¿Detalles? ¿Qué tipo de detalles? Jadeé, no podía pensar en la respuesta porque de hacerlo, podía ser que hablara de términos explícitos ¿Qué tan explícitos?
Maldición mi hijo sabía de sexo, aprendió a temprana edad, porque era curioso y manejaba todos los canales informativos, leía muchos libros y no lo vi mal, pero no era para que hiciera algo como esto.
— Muchos detalles —tapé mi rostro con una mano. Eran los explícitos, joder.
— En un rato estoy por ahí.
Colgué la llamada, no tenía sentido seguir con el móvil en mi oreja. Conocía a la mujer, se quejaba mucho, recordaría las reglas, que ya sabía y un montón de idioteces más.
Idioteces que no quiero escuchar de nuevo, al menos no en este momento, porque ahora tengo que salir del trabajo y no puedo hacer eso.
Sobre todo porque este es el día del mes donde se ve todo y tenemos tres reuniones.
Joder.
Despedida, sin sueldo ni colegio.
«Tu llevas la maternidad a otro nivel Emma, siempre lo logras.»
Me moví dudosa, debía volver a la oficina, su oficina, pero no para trabajar, no, eso no iba a suceder, yo entraría ahí para pedir un permiso.
Estaba a mitad de la mañana lista para solicitar salir y esperar que alguien pueda venir por mi hijo en el transcurso. En lo posible antes de llegar de nuevo a la empresa.
Maldición, hoy no había nadie disponible.
Caminé hasta la oficina dudosa, mis pisadas eran lentas, casi igual que una tortuga, estaba transpirando y esperaba que la madre de mi jefe no entrara ahora porque probablemente lo dejaría solo en esta oportunidad.
Me despedirá y no tendré más galletas, eso no parecía ser un buen final para mí.
Me detuve antes de entrar, abrí y cerré mis manos al menos unas tres veces para luego observar la puerta de madera.
Tomé aire dos veces y golpeé.
— Adelante.
Su voz ronca sonó avisando mi condena, no sé qué esperaba, tal vez que hubiese salido. No pasé, solo me quedé observando un segundo más la madera antes de hacer cualquier cosa.
— Tú puedes Emma, nunca pides permiso para nada —primera mentira —, nunca sales en horario laboral —otra mentira —, trabajas como si fueses dos empleados en vez de uno —balbuceé y sonreí, eso era verdad —, te dirá que sí, lo hará. Eres fuerte, decidida, solo ve y pídele que te deje salir.
Sonreí, tomé aire y giré el picaporte para entrar de nuevo.
— Acabas de salir, no es necesario que golpees, te estaba esperando —habló mirando las hojas de su escritorio —, pero si sigues demorando se enfriará tu café.
No respondí, agradecía que se preocupara por eso, pero ahora no importaba. No podía pensar en beber el café, no iba a poder pasar por mi garganta en este momento.
Su mano dejó los papeles y elevó su rostro para verme. De nuevo el gris plomo de su mirada me analizó, lo hacía seguido, no sabía la razón, al principio me intimidaba, luego descubrí que era igual con todos.
— Señor Hamilton —carraspeé —, disculpe las molestias —me remuevo un poco.
No, no soy valiente
— Quería… —otro carraspeo —, quería pedir permiso para salir un momento, solo serán unos minutos y regreso a seguir con todas mis obligaciones —trato de sonar lo más relajada posible.
Se que lo intento, al menos mi voz suena tranquila, pero mi pie se mueve un poco de un lado al otro pretendiendo calmar mis nervios, esos que no menguan con el pasar del tiempo.
— ¿Está todo bien?
Bueno, no era tan fácil de responder eso. La mayoría de las personas pensaban que a Oliver le faltaba correctivos, límites, pero los tenía.
Oliver sabía cuánto podía tirar y cuando no debía mover un dedo, era consciente de mis límites, estaban trazados y no permitía que se desubicara, pero no siempre entendía lo que hacía mal.
— Mmm… —no sé qué considera él que es estar bien o no —. Bueno… —dudé —, es… —tomé aire —mi hijo.
Explico. Mejor dicho, no explico, solo digo monosílabos cada una respiración, ¿Qué me pasa? No puedo terminar una frase con coherencia, lo que no tiene mucha lógica.
Pero no podía decirle lo que sucedía. No quería que mi jefe supiera mi vida, los problemas que acarreaba tener un hijo superdotado y cómo siempre terminaba en problemas.
Theo pensaría que no podría manejar nada.
— Será solo un momento y vuelvo.
Solo rogaba que me dijera que sí, por favor, solo necesitaba un sí, porque no dejarían de llamarme y podía tener problemas en su escuela, una escuela donde ya era un poco odiada.
— Tranquila señorita Wood —sonríe —, espero no sea nada grave.
Oh, lo será, cuando lo tenga enfrente, mi hijo verá lo grave que es, porque le había pedido que no hiciera más estas cosas, le pedí que terminara el año bien, necesitamos una buena nota en conducta para cambiarlo y él no ayudaba.
— Gracias.
— No es problema —vuelve la vista a los papeles —, vaya con cuidado.
— Lo haré, en verdad, gracias.
Expreso una vez más y salgo prácticamente corriendo al ascensor para ir al colegio de Oli.







