Llamadas

Abrí y cerré la boca, no tenía una respuesta válida para eso, para nada de lo que pudiera decirme con respecto a eso, sobre todo porque ahora su mano se movía directo a una de mis galletas.

— Oiga —me quejé.

— ¿Qué? —mordió —, son de mi madre, las hace ella, reconozco las galletas —siguió comiendo.

— Son mías, me la dieron a mí.

Me callé automáticamente. Había algo que me salía pésimo, mentir. No era buena para fingir demencia, mucho menos para hacer de cuenta que nada pasaba, mi vida no se manejaba así.

— Entonces acepta sobornos a cambio de mis horarios —negué y él movió la galleta.

— Yo no acepto sobornos a cambio de sus horarios.

— Es muy mala mintiendo —observó la bandeja —¿Por qué usted tiene taza más grande?

Observé el objeto y luego la suya, tal vez debería decirle que lo mío era un café con leche, aunque él también tomaba eso, pero en las tazas que había aquí en la oficina.

— Me la regaló mi hijo.

— Interesante elección —sus ojos dieron con mi rostro —, por cierto, quiero que deje de pasarme las llamadas de mi madre —hice una mueca.

— Okay —hablé con duda.

— ¿No está de acuerdo? —lo miré y luego la galleta en su mano.

— No es asunto mío.

— Entonces, le preocupa no comer más galletas, pero no mi estabilidad mental —parpadeé.

Debía cambiar el hilo de la conversación.

— ¿Necesita que le agende turno con un profesional? —me apuntó con el dedo.

— Muy graciosa señorita Wood —su risa ronca llegó.

Recuerdo el día en que lo conocí. Sentí una especie de emoción a lo colegiala, Theo es guapo desde joven, todo un don juan, al punto de tener a todas las mujeres del edificio e incluso las secretarias de nuestros socios suspirando por él.

Yo era una de ellas. Me lo imaginé de muchas maneras, pensando que sería besar sus labios, como sería sentir su cuerpo y la cantidad de posiciones que podíamos adquirir.

En mi defensa llevaba mucho tiempo sin sexo en esa temporada, luego eso se convirtió en un recuerdo y pasamos a formar un equipo. Éramos amigos, aunque manteníamos lo profesional, no sabíamos de la vida privada del otro, pero podíamos tomar un café entre risas.

— Sabe que el humor es lo mío —negó.

— Lo suyo va a ser papeleo si sigue aceptando sobornos de mi madre —abrí la boca.

Éramos un equipo, teníamos un plan anti casamentera para cada una de las visitas de su madre con alguna mujer, mi jefe implementaba el protocolo "fuga perfecta", un simple acuerdo entre ambos que conlleva que mienta descaradamente y él huya como un cobarde, para lograr así, salir invicto de aquello.

— Pensé que éramos un equipo —nos señalé.

— Así era hasta que decidió aceptar sobornos y pasarme estas llamadas —abrí la boca.

— Pero lo ayudo a huir de sus pretendientes.

— No son mis pretendientes —crucé los brazos —, esas mujeres vienen engañadas pensando que encontrarán al amor de su vida.

— Puede que alguna lo sea y usted no lo vea.

Bien, esta era yo intentando justificar las actitudes de su madre, de una muy patética manera, porque la realidad era que si me pasara a mí, me molestaría.

— Creo que llamaré a su madre y le diré que lleva mucho sola —abrí la boca.

— No se atrevería y nadie dijo que estoy sola —no podía quedar tan mal.

Theo ladeo su rostro a un costado, sus ojos se entrecerraron. Me estaba analizando, como siempre.

— Claro, estaríamos a mano.

Mamá me quería ver con alguien a futuro, le preocupaba eso de irse y dejarme sola, aunque no lo estaba, mis amigas se habían quedado cerca, seguíamos siendo un grupo.

No obstante, también quería una familia, por lo que implementé citas, salía con gente, solo que nadie era lo suficientemente bueno para nosotros.

Tenía un hijo, no lo expondría, no podía. Además, ya había perdido las esperanzas con ese tema, ahora solo era una súper mamá.

Era hora de la artillería pesada, él no me creía.

— Tengo un hijo ¿Lo recuerda? —ladeó su rostro.

— ¿Lo niños son un impedimento para tener pareja? —arrugó la nariz —, pensé que de eso se trataba ser una familia.

Era el concepto de familia, pero no quería decir que todos aceptaran ese concepto en sí.

— Los niños asustan hombres —sobre todo mi hijo.

Pensó un momento y no dijo nada, sabía que él entendería porque no quería esa parte familiar, de hecho, Theo había salido una sola vez con alguien, al menos que yo supiese y no duró tanto, el sujeto huyó cuando ella habló de formalizar.

— Supongo que entiendo.

— Solo dígale a su madre que quiere vivir soltero o que le gustan otros hombres.

— Eso no es cierto —señaló la silla y miré mi café.

— ¿Cuál de las dos cosas? —quería desayunar.

— Señorita Wood, deje de mirar la comida como si no comiese, se tomó un café apenas llegó con dos bizcochos de la cafetería de la otra cuadra.

Abrí mi boca ofendida, era verdad, lo había hecho, pero porque sufría ansiedad, en los últimos días Oliver se había comportado mal en su escuela y no paraban de llamarme o poner notas.

No encontraba un colegio nuevo, al menos no uno que pudiese pagar con mi sueldo y todos los gastos extras que tenía. Me resultaba un poco complicado tranquilizarme cuando no sabía si lo expulsarían de la escuela.

Además, la que se especializaba en sus capacidades costaba más de lo que me podía permitir y Nicolás era un idiota aun con todo el tiempo transcurrido. No ayudaba, ni siquiera aceptaba que teníamos un hijo superdotado.

— ¿Me vigila?

— La escucho comer desde aquí —hice una mueca —, sigo esperando que traiga algunos para mí, pero eso no sucede.

Vaya, no me había dado cuenta, de haberlo hecho probablemente le traería, se lo veía muy fit, no de las personas que comían bizcochos con glaseado.

— Mis disculpas —di un paso y me frené —, un momento —acababa de decir que hacía ruido al comer —, usted...

— Siéntese señorita Wood —apretó los labios para no reír.

Sacó mi taza para dejarla en su escritorio, señaló la puerta y supe que quería que trajera las cosas para trabajar, algo que confirmé cuando dejó las galletas en el centro y me tendió la bandeja.

— Vamos a ponernos al día con los balances —arrugué mi nariz.

— Están al día —lo había hecho.

— Lo sé, los revisaremos, porque eso dije que haríamos por teléfono hace un momento, el balance del mes y yo no miento.

Al hombre le falta fuerza para enfrentar a su madre. Como él no mentía y acababa de decirle que teníamos que revisar los balances, lo haríamos, supongo que eso se debía a que ella podía abrir la puerta en cualquier momento.

Conocía a la señora Hamilton tan bien como para saber que lo haría. Resulta bastante entretenido, el mes pasado inventé un viaje de emergencia a Asia, era algo como, incendio de causa desconocida, pérdida de millones.

Resultado, viaje de emergencia, incluso fue a la terraza para salir en el helicóptero, ella no subió, claramente y nosotros aprovechamos la vista de la ciudad un breve momento.

Era fácil estar con él en silencio.

— Claro, en un momento vuelvo.

Salí del despacho para ir a la pequeña cocina y dejar la bandeja. Theo no era un mal hombre, al contrario, pero no podía enfrentar a su madre.

— Tiene sus años, podría hacerlo…

La voz de Lady Gaga me saca de mis pensamientos, tendría que estar volviendo a trabajar, no pensando en su vida privada parada en la cocina. Aunque en este momento aquello parece más divertido.

Volví a mi escritorio por mi teléfono, mis tacones resonaron mientras me reía por mis pensamientos. Cualquier cosa es más divertida que un balance. Excepto el nombre del colegio de mi hijo en pantalla.

Mi humor se evapora, sentí mis músculos tensarse, la pequeña migraña llega, el dolor de mis hombros y lo único en que puedo pensar es que Oliver lo hizo otra vez.

Los accidentes no ocurren, Oliver los ocasiona. Ese era mi nuevo mantra desde que fui madre.

Resoplo por lo bajo, sea lo que sea que pase, no debe ser nada bueno y lo peor de todo, es que mi hijo sabía que hoy solo podría buscarlo yo.

Tendremos la charla, claro que la tendremos.

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