Emma
Esa noche, el ambiente en casa estaba cargado de energía. La cena estaba lista, y había logrado despejar mi mente lo suficiente como para relajarme un poco.
El día había sido intenso, entre la reunión con los inversores y la visita al antiguo colegio de Oliver, pero al menos todo estaba en orden. Ahora solo quedaba disfrutar de la noche y evitar las miradas inquisitivas de Margo.
Porque no paraba de mirarme mientras revoloteaba alrededor de la mesa, colocando platos y sirviendo el vino que había destapado hace un rato.
Su risa despreocupada llenaba la cocina mientras yo terminaba de emplatar el postre que le había prometido. Un tiramisú como para veinte personas era el ganador de la noche. Su favorito y el de mi hijo.
— ¡Esto huele a cielo, Emma! —exclamó al oler la carne —. Si no fuera por tu cocina, ya te habría abandonado como amiga hace tiempo.
— Creo que es injusto que solo hagas esto para ellas —Oliver se quejó —, yo merezco postre, soy un buen hijo.
— ¿Qué te saquen de la