Emma
Observo la pila de papeles frente a mí, es viernes y mi cabeza explota, simplemente nada salía como yo lo esperaba, no desde que abracé a mi jefe.
Mi madre estaba con su tratamiento, la había visto, llegó al otro día de la llamada y me pasé toda la tarde llorando. Oliver nos observó algunas veces, pero no dijo nada, él simplemente se mantuvo callado observándonos de reojo.
Recuerdo su pregunta, aquella que casi nos hace chocar camino a la casa.
— ¿Estás embarazada?
Estaba segura de que los ojos casi se me habían salido de las órbitas, pero él no parecía muy conforme con nuestra casi muerte, insistió varias veces con la respuesta.
— ¿Qué? Oliver eso no es así —negué.
— ¿Me estas mintiendo?
— ¿Por qué crees que estoy embarazada? —negué.
— Porque las mujeres embarazadas parecen desequilibradas —arqueé una ceja.
— No puedes decir eso, es ofensivo.
— Solo piénsalo por un minuto —levantó un dedo —, sufren cambios de humor, ellas pasan del llanto a la alegría en microsegundos, pueden co