Mundo ficciónIniciar sesiónEstaba aterrada, con suerte podía identificar algunas cosas básicas y todo aquello, se lo debía a una que otra serie televisiva y estaba segura de que la niñera no era un parámetro para la maternidad.
Fran Fine me enseñó como pagar las tarjetas y moda.
—Le voy a hacer una orden para que compre ácido fólico, hierro y vitaminas —comenzó a anotar —. Además, le voy a pedir unos análisis más complejos para asegurarnos que todo está bien con usted —toma otro papel y sigue.
Observé las indicaciones que iba anotando, las letras parecían garabatos, al menos las que escribió, porque después pasó a la computadora para anotar e imprimir una hoja tras otra.
¿Cuántos estudios llevaba un bebé?
—Ahora vamos a observar si todo está en orden, debe tener en cuenta que si es un embarazo reciente no se verá nada —se levantó y lo imité —, en caso de ser así, la veré por aquí en unos quince días.
Me señaló el camino mientras tendía los papeles en mi dirección, los sostuve con el corazón galopando y la mano temblorosa, tratando de mantenerme cuerda y lista para esto.
Debía prestar atención y eso no parecía posible en este momento.
—De acuerdo.
Logré balbucear mientras lo seguía al otro sector del consultorio, ese donde se encontraba la camilla. Un monitor se hallaba a su lado, sabía que era un ecógrafo, me había hecho estudios anteriormente, por eso no me sorprendió cuando colocó un preservativo en ese tubo alargado.
—Acuéstese aquí, desprenda su pantalón, bájelo —lo observé —, puede ponerse una bata para hacerlo más cómodo.
Afirmé como pude, solo moví mi rostro y caminé atrás del biombo, saqué mi pantalón, las bragas que llevaba puestas y volví con mi trasero al aire.
Tomé aire, lo solté despacio, de manera temblorosa, solo me concentré en mis movimientos hasta que me recosté en la camilla con las manos en mi vientre, las piernas abiertas y mirando el techo.
—Esto puede ser un poco incómodo —lo sabía —, flexione más las piernas y abra un poco más.
Hice lo que me pidió y llevó el aparato directo al interior de mi cuerpo. Contraigo mi vientre cuando la invasión llega, mis ojos se cierran y muerdo mi labio mientras mueve el aparato de un lado al otro como si no estuviese en mi vagina.
La presión me estaba dando ganas de orinar, no había parado de comer y beber líquido desde que me pidió hacer un test de embarazo.
—Va a tener que ir a orinar, Emma —parpadeé.
—¿Qué?
—Tiene la vejiga llena de líquido —afirmó —, debe sacarlo.
Bajé sosteniendo la bata para que no me viera el trasero, demasiado con que veía mi vagina. Aunque agradecía estar depilada o esto iba a ser peor. La ansiedad me estaba matando y pensé que era eso, no un bebé.
En ocasiones, cuando me estresaba, la regla no me llegaba, era algo que solía pasarme siempre que tenía exámenes finales, pero ahora era diferente, llevaba semanas algo incómoda, con dolor en mis pechos y náuseas insoportables. Eso tenía dos resultados: gripe o un bebé.
Ganó el bebé.
Tenía entendido que podría no verse todavía, era chiquito y muy nuevo, además no se me notaba el vientre. Al menos eso leí en G****e, porque digan lo que digan, en este momento G****e era una especie de Dios para mí.
Esperaba encontrar consejos de maternidad temprana.
Volví tan rápido como pude y de nuevo me encontré con las piernas abiertas, lista para hacer esto. El médico no dijo nada, solo pasó el aparato por mi interior.
Lo miré, esperando ver algún indicio, pero solo estaba con la mirada fija en la pantalla y los ojos entrecerrados. Hasta que sonrió.
—Eso que está ahí —señala la pantalla y observo —, es su bebé —la punta de su dedo apunta una pequeña bolita en la pantalla —. Tiene aproximadamente ocho semanas de embarazo, lo vamos a confirmar una vez que estén los análisis de sangre más complejos.
Mis ojos estaban clavados en la imagen, el nudo en mi garganta había aumentado, era una masa que se había incrustado en el medio de mi tráquea.
Clavé mis dientes en mi labio inferior y los ojos se me llenaron de lágrimas.
—Todo se ve bien, tenemos que hacer algunos estudios más y listo, solo queda cuidados y controles.
Sus manos se alejaron de mi cuerpo y cerré mis piernas. La pantalla seguía congelada en su imagen, el médico anotaba algunas cosas, pero yo estaba paralizada.
—Quiero verla en unos días, vamos a escuchar el corazón y ver los análisis.
—Está bien —me incorporo.
—Todo se ve en orden, pero cualquier cosa vuelve a consulta —me observa —. Es importante que no beba alcohol ni consuma tabaco o algún otro tipo de sustancias.
—Está bien —repito la misma frase, una y otra vez.
—¿Tiene alguna duda?
—No
—Entonces, hemos terminado por hoy, que tenga un buen día.
—Gracias, igualmente.
Mis oídos pitan mientras abandono el consultorio, me muevo, sé que lo hago, pero da la sensación de que sucede en cámara lenta.
Repaso el lugar, las voces se escuchan a lo lejos, la gente pasa y mi respiración se altera. Las paredes se comprimen, el encierro parece crecer y sofocarme con cada paso que doy a la salida.
No podía respirar, era mucho para procesar y poco tiempo para hacerlo. Siete meses pasan volando. No había tiempo, ya estaba en camino y no estaba preparada, no creí que nunca fuera a estar preparada.
¡Mierda! No tengo idea de cómo haré esto.
¡Doble M****a! Tengo que encontrar como decirle a mi ex que estoy embarazada, porque sí, es mi ex y no pienso volver con él. Bajo ningún concepto y menos por un hijo.
¡Triple M****a! Están mis papás, la facultad, eran muchas cosas, mucho por hacer.
Definitivamente necesito volver a organizar mi vida, definir mis metas, planes, todo o moriré lentamente.
¡Mierda!
¿Cuántas veces más puedo maldecir? Quizás esperaba llegar al número cuarenta y uno, o tal vez hasta despertarme, esto podría ser un sueño.
Pellizqué mi brazo y me quejé del dolor. Una enfermera que pasaba me observó como si estuviese loca y puede que lo estuviera, pero no, no era un sueño.
Estaba despierta y estaba pasando, esto estaba sucediendo.
¿Cómo pasó? Maldición, sabía cómo había pasado, pero quería el por qué, nos cuidábamos. ¿Cómo se supone que haré? No quiero estar con Nicolás y jugar a la casita feliz, no quiero dejar mi vida y formar un falso cuento de hadas.
No, yo quería amor de verdad, ese que te llena el cuerpo de adrenalina y pasión. Suponiendo que eso existía, esperaba que lo hiciera, porque en todos estos años no lo había sentido.
Ni siquiera con el padre de mi futuro hijo o hija.
¡Joder!
Camino al complejo de la facultad, vivo aquí desde que empecé a cursar hace tres años. Pertenece de alguna manera a la universidad, esta los maneja y administra, solo hay un número de edificios y cada uno tiene al menos veinte habitaciones compartidas.
El lugar es enorme, está rodeado de pasto y caminos que desembocan en un edificio más grande en el centro: sección alumnos.
Joder.
La universidad, mis obligaciones, las clases, mis últimas materias. Hoy no fui, llevaba días sintiéndome mal, descompuesta y con un cansancio excesivo.
Pensé que era estrés, siempre estoy acelerada, a mil revoluciones por minuto, pensando en todo, observando todo, nunca falto a clases, tengo todo al día, incluso adelantado, soy organizada, meticulosa, siempre tengo todo de la forma en que debe ser.
“Pero no tu sistema reproductor.” La vocecita en mi cabeza volvió.







