Amigas

—Bien, mi vida se acaba de convertir en un caos.

Actualmente me encuentro cursando el último año de logística empresarial, ya tengo el título de marketing y tenía la leve esperanza de salir de Seattle y trabajar en alguna empresa importante en Europa.

Siempre quise vivir allí, aprendí castellano y catalán solo para poder irme.

Tenía algunos planes.

Planes… no se puede hacer planes.

—¿Todo esto es porque fui promiscua? —miré al cielo —¿Es eso?

—¿Qué?

Un chico que pasaba por mi lado ahora me observaba curioso, sus ojos no se despegaban de mi rostro, estaba analizando mis palabras y yo esperaba que no hubiese escuchado todo lo que dije, en verdad lo esperaba.

—¿Qué? —respondí fingiendo demencia.

—Acabas de hablar —parpadeé.

—¿Yo?

—Tú.

—No, no creo.

Seguí caminando, asegurándome de dejar mi boca cerrada, manteniendo mis ojos en el camino y evitando mirar a alguien, porque sentía que colapsaría.

Entro en mi habitación con la cabeza dando vueltas, mis piernas responden lo básico como para dejarme caer boca abajo en la cama.

Pensé que era estrés, tomo anticonceptivos y una sola vez no usamos preservativo. Supongo que ahí recae la efectividad de las pastillas.

Claramente no tuve tanta suerte, era ese pequeño porcentaje de falla que detallan en los prospectos, no era culpa de mi bebé, lo sé, pero tenía planes, muchos planes. 

Los bebés cambiaban los planes.

No es que sea una niña, tengo veintitrés años, puedo hacerme cargo y llevar esta responsabilidad adelante, solo esperaba estar casada, con trabajo y tener hijos con alguien que amara.

Formar una familia y tener un ambiente sano.

—¿Qué te pasa? —la voz chillona de Margo suena en nuestra habitación —¿Nicolás sigue insistiendo? —despego mi rostro de la almohada y la observo.

No tenía idea de cuando entró, no la había escuchado, estaba tan metida en mi shock que no pude procesar nada más.

—No te ofusques tanto —movió la mano —, solo tienes que decir —carraspeó y supe que me imitaría —. Nicolás, lo nuestro no va más, ¿Por qué? Bueno, ni tú ni tu cosita me interesan.

—No tiene una cosita.

—Está en el límite de lo normal, no puede catalogarse de otra forma —me apunta con un dedo.

—¿Por qué te conté eso? —negué y apoyé de nuevo la cara en la almohada.

—Porque soy tu mejor amiga, las mejores amigas tenemos material exclusivo —negué —, vamos, solo dile. —se calló —. Lo que no entiendo es como consigue tanta mujer —murmuró —, solo una idiota… —levanté mi rostro —¸ no lo vería —arregló el final.

—Muy graciosa —me quejo —. Ojalá fuera eso —me siento y ella se acomoda a mi lado.

Margo es mi amiga desde que llegamos, es de esas personas con las que conectas en segundos y con la que compartes pensamientos similares. Excepto cuando se mofaba de uno.

—Pero estábamos tan conectadas la una con la otra, que en ocasiones terminamos la frase de la otra o hablamos al mismo tiempo.

—Lo siento —la observé —, pero bueno, el sujeto es un idiota.

Sus ojos azules me miran, se le ha formado una pequeña uve entre las cejas, siempre pasaba cuando estaba desconcertada. Me concentro en su cabello rubio, ese que ahora cae en pequeños bucles por sus hombros descubiertos. 

Es toda una modelo de revista y la mujer más inteligente que conozco.

—Me estás preocupando Emma —muerde su uña —. Llamaré a las chicas y hablaremos todas juntas, algo me dice que es importante —hago una pequeña mueca.

Ella lo sabía, siempre era capaz de leer entre líneas, mis líneas, era buena en eso, como un sexto sentido, algo que conocíamos como la punzada Margo.

Amaba su punzada, siempre nos sacaba de problemas.

—Sí, mejor llama —hablo después de estar un rato en silencio. 

—Estás blanca como un papel —toca mi frente —. Dime qué pasa, sabes que puedes decirme lo que sea. 

—Tomo aire y lo suelto. Las ganas de vomitar me están matando, la necesidad de sacar todo de mi cuerpo parece jodidamente atractiva en este momento, pero no puedo hacerlo, ya no tengo nada en mi estómago.

He comido, lo hice después de mi primer paso por el consultorio, pero vomité todo antes de que confirmara que estaba embarazada.

Ahora, es hora de hablar.

—Estoy embarazada —mi voz es un susurro, pero sé que me oyó perfectamente.

—Wow —se apoya contra la pared —, un bebé.

—Un bebé —repito.

—Esperaba otra cosa, no sé, un tercer pie, que te hubieran desaprobado, expulsión —la observé — ¿Qué? —arrugué mi nariz.

—¿Es broma? —negó.

—Guardo la esperanza de que tú alma diabólica aparezca —suspiré — Es de Nicolás, ¿verdad?

—Margo —era una pregunta absurda.

—Alma diabólica —se defiende y gimoteo —¿Qué vas a hacer?

Esa era una buena pregunta, pero yo sabía la respuesta, la tenía más que clara, porque había tomado la decisión apenas me dijeron.

—Tenerlo —toco mi vientre —, decirle a Nico y ver qué pasa —la puerta se abre. 

—¿Qué pasó? —Amy habla, mientras Clara y Hayley entran detrás de ella —¿Hay que esconder un cadáver?

—Yo no puedo hacer eso —Clara negó —, la religión no nos permite.

—La religión no lo permite —se burló Hayley —, siéntate ahí, ya eres cómplice —jadeó.

—Hola, chicas — me miran —. Siéntense —les señalo la cama de Margo.

—¿Qué ocurre? — Clara nos observa a ambas.

Su caballo castaño está suelto, los ojos marrones me analizan un rato, es la más maternal de todas, creo que me la imagino con su vientre abultado horneado pasteles.

Clara es tranquila, ella va a la iglesia, viste en tonos claros y siempre ayuda a todos.

Amy es más salvaje, hace locuras y suelta comentarios imprudentes a todo momento. Es audaz, valiente y hermosa.

Hayley un poco más reservada, ella siempre escucha a todas, piensa y calma a Margo y Amy, es como la parte cuerda de nuestro quinteto.

Aunque ahora hablaba de cadáveres como si nada.

—Estoy embarazada.

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