Mundo ficciónIniciar sesiónLo dije así de rápido, sin anestesia, igual que como me lo hicieron a mí, las tres abren la boca y se quedan observando.
Si nos vieran ahora mismo podríamos pasar tranquilamente por las Spice Girls. Margo es la rubia, Hayley es una morena de ojos marrones y pelo estilo afro, su madre es africana y su padre americano. Amy es colorada natural, sus ojos son verdes y la piel blanca como el algodón, desde aquí se pueden ver las pecas de su rostro.
Clara al igual que yo, tiene la piel oliva y el pelo castaño, sus ojos son marrones como el chocolate, en cambio los míos son color avellana.
Todas tienen el pelo largo a excepción mía, que lo llevo en un corte Bob. Me dio una crisis de no quiero peinarme y me lo corté.
Observo una vez más a cada una, sus bocas permanecen abiertas, en un gran círculo, pero ninguna emite ni una sola palabra.
Debo admitir que, aunque no tiene nada de gracioso, me resulta bastante cómico el momento, como sus ojos se abren y parecen formar la boca de un pez en este momento mientras pelean por oxígeno.
Suelto una pequeña carcajada y tapo mi boca cuando me observan mal. Carraspeo, Margo me empuja un poco y trato de concentrarme.
—Perdón —limpio una lagrima que cae por mi mejilla —. No es gracioso, pero sus caras.
—¿Es broma? —Hayley es la primera en cortar el silencio.
—Para nada —carraspeé —, me acabo de enterar.
A mi mente vino la imagen de mi bebé, esa que guardaba en mi bolso como un recuerdo de que estaba conmigo, porque estaba conmigo, crecía en mí y me gustaba.
La saqué en silencio sintiendo sus miradas sobre mí.
—Van a ser tías —tendí la imagen en su dirección.
El grito de todas inundó la habitación sobresaltándome, sus cuerpos se movieron frenéticamente mientras comenzaban a caminar por el pequeño sector.
Era igual que escuchar una bandada de pájaros haciendo ruido a la misma vez. Inclusive movían las manos de un lugar al otro.
Solo les faltaban las plumas y volarían.
—¿Qué vas a hacer? —Clara.
—¿Lo vas a tener? —Hayley.
—¿Y la facultad? —Amy.
—¿Es de Nicolás? —Hayley.
—¿De cuánto estás? —Amy.
Hablan todas a la misma vez. No escuchan, no me miran, ni siquiera se detienen mientras hablan sin parar en lo que parece una gran sinfonía.
—¡Paren! —grito y todas se callan —. Sí, es de Nicolás, lo voy a tener, parece que estoy de ocho semanas, terminaré la universidad, total solo faltan cuatro meses y no, todavía no lo saben mis padres —aclaro antes de que me pregunten.
—Un bebé —susurra Clara.
—¡Perdió la apuesta! —Amy levantó las manos y todas abrieron la boca.
—¡PERDIÓ LA APUESTA!
Apreté los labios y negué, mis amigas empezaron a bailar en el centro de la habitación y mis ojos fueron a Margo que seguía a mi lado.
Desvió la vista a mi vientre antes de tomar aire y sonreír. Su mano se movió justo a la zona donde se encontraba mi nuevo acompañante, acarició despacio y se inclinó.
—Hola ahí —las demás se callaron —, no tienes idea de lo que te espera acá afuera —mis amigas se acercaron —, están todas locas —Clara la golpeó en la nuca.
—Tienes que pensar que ahora tienes muchas tías locas —Amy se unió.
—Que te van a amar —Hayley se acomodó y sonreí.
—Y serán siempre tu familia.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras llevaban las manos a mi pierna, cada una de ellas puso su mano encima de mi pierna.
Sonreí entre sollozos antes de colocar mi mano con las de ellas.
—Siempre seremos familia.
Repetí y ellas sonrieron. Pasamos la siguiente hora hablando de la situación, luego se pelearon por ver quién sería la madrina y quedaron de acuerdo para mantenerme acompañada por si me descompensaba en el día.
La verdad no creí nunca poder encontrar mejores amigas que ellas. Cada una son un rayo de luz en medio de la oscuridad.
Pasó una hora más hasta que la puerta sonó y Nicolás se hizo presente, le había enviado un mensaje luego del shock inicial, mis amigas me recordaron el pequeño detalle y no iba a esperar más.
—Hola —sonrió un poco.
Las chicas me observaron esperando mi aprobación para marcharse, asentí con la cabeza, se miraron de nuevo entre ellas y salieron.
La última en irse fue Margo, ella solo movió el teléfono avisando que no se iría lejos y lo sabía.
—¿Todo bien? —consulté.
Nicolás llevó las manos a sus bolsillos y afirmó despacio antes de moverse un poco por la habitación.
—Sí —esto era incómodo —. Bueno, ¿Qué querías hablar?
No me pasó desapercibido la cautela que implementaba al hablar. Sabía que lo había arruinado, él era consciente de todas las cosas malas que hizo y ahora actuaba con culpa.
Mis ojos se detienen en él por un instante, no es nada feo. Sus ojos verdes brillan, el cabello castaño claro está perfectamente peinado en un look desarreglado, que solo él logra.
Tiene el cuerpo trabajado y lleno de músculos, es carismático y todo un galán. Si no fuera porque es un completo imbécil, podría estar babeando ahora mismo por él.
Había que ser un ciego para no ver lo fuerte que estaba.
—Seré directa —juego con mis manos —. Estoy embarazada.
Seguramente no era la mejor forma de decirlo, pero no encontraba otra.
Nicolás permanece callado, sus ojos se posan en mi vientre y vuelven a mis ojos, una y otra vez. Sé que no hace falta decirle que es suyo, a final de cuentas fue él quien me engañó con la señorita curvas perfectas.
Yo fui la perjudica, la que se vio envuelta en sus tretas.
—Y… —tomó aire —¿Qué quieres hacer? —su pierna se mueve nerviosa.
Solo da dos vueltas por la habitación antes de caminar hasta mi lado y sentarse. Su mano se mueve para tocar la mía, pero se detiene a medio camino.
La mueve de nuevo en un intento de valor y niega antes de tomarla.
—Tenerlo —dejé de observar su agarre para mirar su cara —. Estoy de ocho semanas y bueno —carraspeo —, creí que deberías saberlo.
—Entiendo —suspiró.
—Ahora lo que tú hagas, depende solamente de ti







