El día esperado finalmente había llegado. Sophia se despertó antes del amanecer, su corazón latía con la emoción y el nerviosismo. Los trillizos, todavía profundamente dormidos en sus pequeñas camas, eran pacíficas, ignorando la aventura que les esperaba. Chris ya estaba de pie, revisando los documentos y boletos por última vez, su seriedad habitual fortalecía la sensación de una partida inminente. La luz de la mañana comenzó a aparecer en el horizonte cuando el taxi llegó frente al apartamento. Sophia lanzó un último vistazo a la pequeña habitación que había llamado casa. Ella inspiró profundamente, apretando las tiras de su bolso y murmuró por sí misma: "Este es el comienzo de algo nuevo". Chris, ya fuera de instalar asientos de automóvil en el taxi, lo llamó suavemente:- Sophia, ¿estás lista? Ella asintió, tomando suavemente uno de los trillizos en sus brazos. - Sí. Vamos. El aeropuerto era un mundo en sí mismo, con sus luces animadas, sus anuncios regulares y las multitudes
Habían pasado cinco años, casi tan rápido como un soplo de viento. Milán había ofrecido a Sophia y sus trillizos a refugiarse y un nuevo comienzo. Había explorado el mundo del diseño con pasión, según lecciones, creando proyectos inspiradores y encontrando en esta ciudad parte de sí misma que creía perdida. Chris, un compañero fiel y un apoyo inquebrantable, había compartido cada momento con ella, mostrando una extraordinaria benevolencia y paciencia. Pero a pesar de los años y avances, un vacío persistió en el fondo del corazón de Sophia. Este colgante en Jade, esta promesa susurró en una noche lejana, y la pregunta no resuelta de un padre para sus hijos siempre la perseguía. Un día, cuando se dibujó en su pequeño taller, rodeada de la risa de sus trillizos, un pensamiento despejado le pasó a la mente. Era hora de volver. Era hora de enfrentar su pasado. Chris había notado la actitud ligeramente soñadora y preocupada de Sophia en los últimos días. Esa noche, cuando estaban sentados
Sophia recorría las animadas calles de la ciudad en su scooter, con una pila de sus borradores cuidadosamente atada a una bolsa en la parte trasera. Aquel día, había decidido dar un paso importante: postularse para un puesto en el departamento de diseño de la prestigiosa empresa Reeder Corp. Los años pasados en Milán habían agudizado su talento, y aunque estaba nerviosa, sabía que ese trabajo podría marcar un giro en su vida y en la de sus hijos.El sol brillaba alto en el cielo, cegador en ocasiones, y el bullicio del tráfico hacía que conducir fuera más complicado de lo habitual. Absorbida en sus pensamientos, Sophia no escuchó el sonido de un coche que se aproximaba en una intersección. En un abrir y cerrar de ojos, todo se trastornó.El scooter golpeó el guardabarros de un coche negro brillante con un ruido sordo, lanzando a Sophia ligeramente hacia un lado. Afortunadamente, sólo sufrió un golpe menor y se reincorporó rápidamente, aunque su bolsa de borradores, mal asegurada, se a
Alexander Reed, como Director General de Reeder Corp, tenía un aura natural de autoridad que nunca pasaba desapercibida. Tras su encuentro fortuito con Sophia y después de haber examinado sus bocetos, una intuición le decía que ella tenía un talento que merecía ser explorado. Intrigado por sus dibujos y por esa sensación familiar que ella le había dejado, dio instrucciones precisas a su asistente Richard.— Asegúrate de que esta chica sea contratada, dijo. Quiero que su expediente sea examinado por el departamento de diseño. Hay algo en ella que merece nuestra atención.Richard, siempre eficaz y metódico, había prometido velar porque las cosas se hicieran según los deseos de Alexander.Unos días más tarde, Alexander recorría los pasillos de la empresa, reflexionando sobre un problema de asociación estratégica mientras observaba distraídamente su entorno. Su mirada se detuvo de repente en un contenedor de basura abierto, cerca del departamento de diseño. Un papel arrugado asomaba liger
Sophia se encontraba ante las grandes puertas de la casa familiar, con el corazón cargado por una mezcla de nostalgia y nerviosismo. Ese lugar, que en otro tiempo estuvo lleno de emociones contradictorias, representaba una parte de su pasado que había evitado cuidadosamente durante años. Pero hoy había decidido regresar, principalmente por sus hijos. Los trillizos, curiosos e inocentes, apretaban sus manitas mientras ella inhalaba profundamente antes de tocar el timbre.Cuando Anna abrió la puerta, una sonrisa sarcástica iluminó su rostro. Sus ojos recorrieron rápidamente a Sophia y a sus hijos, reflejando una mezcla de sorpresa y desprecio. —Vaya, mira quién ha vuelto —dijo Anna, con una voz llena de burla—. La gran desaparecida. Francamente, creí que habías abandonado este mundo para siempre.Sophia levantó la barbilla, negándose a dejarse desestabilizar. —Hola, Anna. He venido por cortesía.Anna estalló en una risa fría, alejándose ligeramente de la puerta. —¿Cortesía? Eso es nuevo
Sophia había albergado la esperanza de que su incorporación al departamento de diseño de Reeder Corp marcara un nuevo comienzo en su vida, una oportunidad única para demostrar su talento y, a la vez, construir un futuro mejor para sus hijos. La idea de dejar atrás las dificultades previas y empezar en un ambiente profesional prometedor la llenaba de ilusión. Sin embargo, desde sus primeros días en la empresa, la joven diseñadora percibió una tensión casi palpable, un ambiente cargado de hostilidad silenciosa que se respiraba en cada rincón del despacho. Clara, una compañera de trabajo que se había ganado la reputación de ser fría y poco acogedora, parecía estar empeñada en hacer la vida imposible a Sophia, como si desde el primer momento hubiera decidido socavar cualquier intento de integración y superación.Sophia notó de inmediato que algunos de sus nuevos colegas la observaban con desconfianza. Siempre que pasaba por los pasillos, podía sentir cómo se lanzaban miradas furtivas, aco
Alexander Reed, director ejecutivo de Reeder Corp, siempre había sido un hombre decidido, guiado por sus propios principios y por una ética laboral que lo había llevado al éxito. Sin embargo, en el entramado de su vida personal, había una figura cuyo firme accionar y constante insistencia podía hacerlo tambalear: su abuela, Margaret Reed. Esta mujer, de gran influencia y carácter inquebrantable, poseía ideas muy definidas acerca de lo que consideraba beneficioso para la familia, y especialmente para Alexander, a quien veía como la encarnación de la tradición y la responsabilidad hereditaria.Desde hacía algún tiempo, Margaret se había fijado en la cabeza que era hora de que Alexander se casara. A sus ojos, un nieto que dirigía una empresa en pleno auge no podía seguir sobreviviendo solo, sin haber encontrado a una compañera de vida que le ofreciera el apoyo emocional y la estabilidad que ella consideraba esenciales. Cada oportunidad que se presentaba, ella no perdía ocasión para recor
Sophia había soportado innumerables pruebas desde su llegada a Reeder Corp. Cada desafío, ya sea profesional o personal, había contribuido a forjar la determinación que la caracterizaba. Sin embargo, nada la había preparado para la prueba que estaba a punto de enfrentar, una situación que la obligaría a confrontar un dilema que superaría todo lo que jamás había imaginado.Un día en que, convencida de que finalmente podría demostrar de manera indiscutible sus habilidades y competencias a través de su trabajo, recibió un mensaje inesperado. Clara, siempre implacable en sus intrigas y maniobras detrás de escena, le envió una convocatoria fuera de lo común. El mensaje establecía que Sophia debía desplazarse a un despacho apartado, en un barrio discreto y poco transitado de la ciudad, para reunirse con un tal señor Girard. Según se explicaba, la firma de un contrato con este individuo era indispensable para formalizar una alianza crítica para Reeder Corp; además, era la condición sine qua