Capítulo 11.
La voz de Ricardo sonaba hueca, incluso para sus propios oídos. —Debe haber una manera. Pensaré en algo, encontraré una solución, de alguna forma, la encontraremos.

El profesor Sánchez suspiró suavemente. —Perdona mi franqueza, pero debes recordar que tus padres murieron porque su investigación fue comprometida. La seguridad insuficiente permitió que los criminales encontraran una oportunidad para atacarlos. Es por eso que esta vez, hasta que concluya la investigación, ningún extraño podrá encontrarlos.

Alex pareció haber perdido el alma, aunque su voz aún era obstinada. —Encontraré una manera.

El profesor Sánchez se sintió obligado a advertirle. —Si inicias una búsqueda pública de Ámbar, podrías ponerla en peligro.

—Alex, no olvides lo que les pasó a tus padres. Si realmente te importa Ámbar... respeta su decisión.

Las pupilas de Alex temblaron al instante.

La nevada de medianoche había convertido la vasta Ciudad del Norte en un paisaje blanco plateado, que también pareció congelarlo
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