Aysun estaba de pie junto a la ventana del salón de música, estaba mirando el jardín nocturno, había luna llena, cuando de pronto escuchó el ruido de las puertas abrirse. Kemal entró, en sus ojos se leía la firmeza de quien no iba a tolerar discusiones.
—Aysun —dijo él, con voz seca—. Conoces la guerra que hubo con la familia Demir, se va a desatar de nuevo por culpa de Leyla, esto no puede continuar. Es hora de sellar la paz. Ella giró lentamente, con un nudo en la garganta. —¿Qué va a hacer tío? Su tío la observó con dureza, como si midiera sus reacciones. —Mañana por la noche celebraremos tu compromiso con Serhan Demir, y la boda se celebrará la próxima semana. —una expresión de asombro emergió en el rostro de la joven. Con incredulidad le dijo: —¿Cuál compromiso? —Serhan Demir decidió olvidar la deuda que tenemos con su familia, a cambio de que te cases con él. —Yo?! Pero no… —No puedes negarte a su petición —metió la mano en su bolsillo y sacó la tarjeta de crédito—. Toma mi tarjeta, mañana irás en la mañana a comprarte ropa y el vestido para el compromiso. El mundo de Aysun pareció desmoronarse en un solo instante. Sintió que la sangre le huía del rostro. —¡No! —gritó, dando un paso atrás—. No puede pedirme eso. ¡Después de todo… papá no querría esto para mí. —Tú papá está muerto, todos nosotros lo estaremos si no te casas con Serhan. La rabia quebró su voz, ahogándola. El recuerdo de su madre, muerta por una emboscada en medio de esas guerras entre mafias, se levantó como un cuchillo en su memoria. Kemal frunció el ceño, cansado de escuchar el mismo reproche una y otra vez. —Precisamente por eso. Para que nunca más tengas que llorar otra pérdida. Si las familias no se unen, habrá más sangre. Tú… eres el precio de la paz. Las lágrimas ardieron en los ojos de Aysun, pero no las dejó caer. El corazón le golpeaba con fuerza contra el pecho, mezclando dolor con una furia incontenible. —¿Y qué hay de mí? —murmuró con amargura—. ¿Qué hay de lo que yo quiero? El silencio de su tío fue la respuesta más cruel. Aysun comprendió que no tenía salida. Su destino ya estaba escrito, y llevaba el nombre del jefe de la mafia más poderosa, Serhan Demir. *** El eco de los pasos de la señora Feride, la abuela de los Demir, resonaba en los pasillos de la mansión. Había pasado la mañana con un nudo en la garganta, reprimiendo la ira que hervía dentro de ella, pero cuando supo que Serhan estaba en su estudio, no pudo esperar más. Abrió la puerta con un golpe seco. —¿Es cierto lo que me han dicho? —su voz grave y cargada de indignación rompió el silencio—. ¿Es verdad que vas a casarte con la la prima de Aylen? Serhan levantó la mirada del vaso de coñac que sostenía, sin mostrar sorpresa. Sus ojos, oscuros y fríos, se clavaron en los de su abuela con un brillo que revelaba tanto cansancio como obstinación. —Es cierto, abuela. Hoy mismo celebraremos el comromiso, Aysun, la hija del jefe Yusuf será mi esposa. Feride avanzó hacia él con pasos firmes, como una sombra que se agranda en la penumbra. Su expresión estaba marcada por el rencor, las arrugas de su rostro endurecidas por años de orgullo y autoridad. —¿Te has vuelto loco, Serhan? Esa familia nos humilló. ¡Esa mujer, Aylen, te traicionó descaradamente! ¿Y tú crees que repararás la afrenta casándote con su prima? Serhan apoyó el vaso sobre el escritorio, inclinándose hacia adelante. —Justamente por eso, madre. Esta unión es una lección que esa familia nunca olvidará. Haré que cada día recuerden lo que me hicieron, y la mejor manera es marcarlos con esta boda. Los tendré bajo mis pies. Feride apretó los labios, incrédula. Se acercó aún más, bajando la voz, como si la herida se le abriera de nuevo. —No, hijo… la venganza no es poner una corona en la cabeza de esa niñita. ¡La venganza era destruirlos, no darle nuestro apellido a otra de sus hijas! Él frunció el ceño, su mandíbula tensa. —No confundas esto con misericordia. No la amo, ni pienso hacerlo. Para ella este matrimonio será una jaula dorada, una vida en la que cargará con las culpas de su abuelo. Además —Sus ojos brillaron con maldad—. Ese será el castigo de Aylen, ella odia a Aysun, estoy seguro que no soportará vernos casados. —¿Desde cuándo eres un sentimental? Se trata de recuperar tu honor, pero sólo intentas darle celos a esa zorra —Los ojos de Feride brillaron de rabia—. ¡No, Serhan! ¡No lo permitiré! No voy a ver cómo traes a esta casa a la prima de la sinvergüenza que mancilló nuestro nombre. Serhan se levantó despacio, imponiéndose con su altura y su presencia. Su voz fue un murmullo grave, helado. —No es tu decisión, abuela. Esta es mi guerra, y la lucharé a mi manera. El silencio se hizo espeso, interrumpido solo por la respiración agitada de Feride. Ella lo miró, con el corazón desgarrado entre el deseo de protegerlo y el odio a esa familia. Finalmente, retrocedió un paso, su voz quebrada pero cargada de amenaza: —Entonces recuerda mis palabras, hijo: si dejas entrar a esa muchacha en esta casa, no traerás paz… traerás más desgracia. —Nada va a detenerme, piensa bien abuela, Ayeunnes la heredera de los Boran, por los momentos les haré creer que me caso con ella por despecho, pero ese matrimonio será el atajo que necesito para extender mi territorio hasta la provincia de Ankara, Haré que Aysun reclame el lugar que le pertenece y lo ponga a mis pies, aunque eso signifique que deba enamorarla. Mientras hablaba, sus ojos permanecieron fijos en los de su madre, con una dureza implacable. Y en ese instante, Feride comprendió que la decisión estaba sellada. —No creo que logres nada, ya hace más de quince años que Yusuf abandonó los negocios, será muy difícil que cientos de hombres obedezcan a una mujercita. —Nada pierdo con intentarlo. Tendré un hijo con ella, habrá una nueva guerra, pero no con los Boran, sino con los mafiosos que se interpongan en las metas de mi esposa, mis metas.