Capítulo 23: Promesas.

Maximiliano suspiró, casi en el rostro de Amelia.

—No creo que lo mejor seas que le grites a tu madre, Amelia.

—No le iba a gritar —mintió—. Es solo… exasperante, solo es eso.

—Lo sé, pero gritarle no hará que nos colabore.

—¿Y qué lo hará entonces? Cuando quiere, es un dolor de cabeza, si dice que no, es no, especialmente cuando se habla de su religión. —Amelia suspiró, toda aquella situación la mantenía en un estrés profundo—. No sé que haremos, ella… no creo que acepte, lo siento demasiado…

—Podría decirle a mi abuelo que tu madre enfermó y que tiene que aplazar la visita, y si dice que quiere venir a verla, le decimos que tiene algo contagioso. —Amelia le miró en silencio—. Tienes razón, no se va a tragar ese cuento.

—No dije nada.

—Pero tu mirada sí, y tienes razón: no se tragará un cuento como aquel, con lo obstinado que es, querrá venir.

—¿Qué podemos hacer?

—No tengo idea, tal vez intentar convencer a tu madre. Tal vez si me voy y hablan ustedes dos solas…

—Cuando te vayas ace
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