—Oye, ignórala, desde que en el círculo se difundió que su matrimonio con el tío segundo de Cedro fue un malentendido, esa mujer se volvió loca —dijo Patricia, quien no podía esperar a abrir la comida nocturna, dio una olfateada y dijo. —Qué delicioso, cariño, cuánto tiempo ha pasado desde que probé tu comida.
Fabiola echó un vistazo al estacionamiento: —Tú come, yo voy a entregar la comida.
—¿Con tanta prisa, no esperarás a que Joana, esa loca, se vaya?
Fabiola sonrió: —Creo saber a quién busca, no nos encontraremos.
—Oh, está bien —Patricia fue seducida por la comida. —Entonces ve rápido.
Fabiola se levantó y se dirigió al estacionamiento, tomó la caja térmica y se dirigió hacia el edificio opuesto.
En el pasado, cuando Cedro trabajaba hasta tarde, ella también venía a traerle comida nocturna, probablemente se acostumbró a su indiferencia.
Pero esa noche, de pie allí, se sentía inexplicablemente nerviosa.
—¡Señorita Salinas!
El guardia de seguridad la reconoció de inmediato, con una