Me quedé sin aliento como si me hubieran dado un golpe.
Con mucho esfuerzo había conseguido que lo que había sucedido en la preparatoria se quedara guardado bajo llave en un rincón en el fondo de mi subconsciente, no necesitaba ningún recordatorio y mucho menos que todo el mundo fuera testigo de mi humillación.
— No tienes que verlo ¿De acuerdo? Nuestro equipo está buscando la manera de amenazar o sobornar a alguien para que lo retiren. Eso sucedió hace muchos años ¿Qué importa ahora? Ya no puede hacerte daño.
¿Era cierto? El lado racional de mi cerebro decía que sí, no había salido lastimada entones (al menos no físicamente) y no había forma de que me lastimara ahora, que era una adulta madura y ya ni siquiera tenía que lidiar con mis compañeros de clase, pero no se sentía así.
Por un momento volví a ser la chiquilla llorando de impotencia en el baño de la escuela, la que todas las mañanas deseaba enfermarse o sufrir un accidente para no tener que ir a clases.
— Vale, ya no soy un