Capítulo treinta y dos

VENGANZA

...

Maxwell dejó en lo alto el apodo que se había ganado en el mundo bajo, siendo una completa bestia en cada golpe salvaje que dejaba en los cuerpos de los tres hombres.

En cada golpe se liberaba del odio y la furia que lo atenazaba al recordar la muerte de sus padres, de un buen hombre que les había servido fielmente y los había guiado y protegido cada día, y del daño que le habían causado a su hermanita y él no había podido salvar a tiempo.

Se odiaba a sí mismo por haberla dejado sola, porque si él hubiese estado con ella, nada le hubiese pasado. Ahora no podía pensar en nada más que no fuese en matar con sus propias manos a los italianos. Su parte violenta ansiaba destrozarlos de mil formas, pero sabía que no solo eran deseos suyos, sino de todos sus hermanos.

Se detuvo únicamente cuando Holden lo apartó de ellos a juro. Respiraba agitado y sus ojos estaban inyectados en sangre, furioso como un toro enardecido dispuesto a seguir atacando su objetivo. Miró a los hombres qu
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