Capítulo treinta y tres

Blair observó a uno de los Berone agonizando en su muerte y la satisfacción empezó a extenderse en su pecho; calmo, placentero.

El hombre estaba prácticamente muerto, respiraba pesado y se movía muy poco. Así que ella tomó una de sus cuchillas y se agachó con precaución, girándole el rostro con la afiliada hoja para que esté la mirara directamente a los ojos.

—¿Sabes cuál es la única diferencia entre ustedes y nosotros, pedazo de mierda? —inquirió con una sonrisa retorcida en sus labios—. Que a diferencia suya, yo sí me encargaré de que no queden ni sus asquerosas cenizas.

El hombre parpadeó apenas perceptible, antes de que la chica le arrebatara la vida de manera lenta y dolorosa, cortando cada parte de su cuerpo con una pasmosidad agonizante, empezando desde zonas estratégicas que eran muy dolorosas, pero que no le daban una muerte instantánea.

Los quejidos que rezumaban en el lugar se pasmaron una vez Blair terminó de descuartizar el cuerpo y tiró las partes grotescamente cortad
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