Capítulo cuatro

Aunque traté de persuadir a Aedus para que viniera con nosotros a la boda de Holden, él se negó rotundamente a intervenir en la vida que ahora lleva en otro país. Maxwell no tuvo más opción porque le exigí hacerme compañía, pero sabía que no me dejaría viajar sola, menos cuando puede existir la posibilidad de que nuestros enemigos decidan atacar a mi mellizo en el día más feliz de su vida. 

El viaje fue largo, y por más que traté de descansar un poco, no pude hacerlo. No he dejado de pensar en Tanner ni un solo segundo. Jamás me había sentido tan nerviosa y ansiosa como ahora.

Le entregué la ubicación a uno de los guardaespaldas y nos llevó hasta un conjunto de edificios que no tenían buena pinta, pero tampoco se veía tan malo para vivir. Pasaban desapercibidos en medio de calles poco concurridas y un sector común y corriente, justo lo que él deseaba.

—Vaya, teniendo tanto dinero bajo el colchón, no puedo creer que nuestro hermanito esté viviendo en una pocilga. 

—No se ve tan malo como parece —fue lo que dije, viendo a las personas pasar por la calle—. ¿En qué apartamento vive? 

—En el último piso, la primera puerta después de salir del ascensor —indicó el hombre de seguridad y subí la mirada.

—Eso quiere decir que la esposa de Holden vive en el siguiente apartamento —Max sonrió—. Cómo no se iba a enamorar, si la tenía bien cerca, eh.  

—¿Qué sabes de ella? —inquirí. 

—Es profesora de historia del arte en la misma universidad en la que Holden está trabajando. No hay nada interesante en ella, a decir verdad. Aunque no voy a negar que es una mujer muy hermosa. Hol tiene muy buen gusto. 

—¿No encontraste nada más?

—Si quieres saber que la chica lleva una doble vida a escondidas de nuestro hermanito, pues no. Lo único turbio y con un pasado lleno de sangre, es su esposo. 

Sonreí, jugando con el dije que colgaba de mi cuello. Quisiera llamarle y decirle que estoy a un paso suyo, pero debo mantener mi distancia de Tanner. No es conveniente de que nos acerquemos a ellos por más que lo deseemos.  

—¿Qué hay de Tanner? 

—Está trabajando para una compañía de comunicaciones —hizo silencio y lo miré de soslayo—. Y parece que tiene novia, que es la mejor amiga de la esposa de Holden.

—Ya veo. 

Volví la vista a la puerta del apartamento y contuve el suspiro que quería escapar de mis labios. No puedo permitirme flaquear por más que sienta incomodidad y dolor en el pecho al saber que su corazón ya tiene quien lo cuide. Solo puedo desearle felicidad, puesto que a mi lado nunca lo será. 

Maxwell y yo nos mantuvimos en silencio por largo rato, vigilando a la distancia el edificio en el que vive Holden y Tanner. 

Cuando la tarde llegó, el auto de Holden apareció en sentido contrario de la calle. Entró al conjunto residencial y parqueó en su lugar. 

Una sonrisa se dibujó en mis labios tan pronto vi a mi mellizo después de tanto tiempo. Se veía muy guapo y sonreía de forma natural. Parece no importarle vivir en un lugar como este, ni mucho menos llevar una vida tranquila como profesor. Se ve feliz con su nuevo estilo de vida y su esposa, lo que es suficiente para mí.

Le dio vuelta a su auto y abrió la puerta del copiloto, esbozando una sonrisa mucho más grande y brillante al ayudarle a bajar a una mujer muy hermosa. La besó y la abrazó por la cintura, despertando algo de envidia en mi interior.

La rubia era preciosa, esbelta y con un cuerpo de infarto. Pero más allá de la apariencia física de la mujer, me intrigó la forma en que miraba a mi hermano y se aferraba a su cuerpo con firmeza y seguridad. Sus ojos estaban todo el tiempo sobre los de él, viéndolo con una sonrisa tierna en los labios sin dejar de abrazarlo y besarlo. 

Sus miradas reflejaban el amor que sentía el uno por el otro, mientras a su alrededor parecía no existir nadie más que ellos. Se veían tan felices y enamorados. 

—¡¿Van a ayudar o piensan quedarse todo el tiempo besándose?! —exclamó una fémina, bajando de la parte trasera del auto de Holden—. ¡No hacen más que darse besos y caricias todo el tiempo!

—Si tienes tantas ganas de que te den besos y abrazos, para eso estoy yo, preciosa. 

Esa voz, esa sonrisa, esa mirada... Aunque Tanner no me estaba hablando ni mirando a mí, sentí como mi piel se erizaba y mi corazón reaccionaba a él. Pero pronto sentí que la emoción se transformó en furia y grandes celos al verlo abrazar a alguien más y darle un suave en la mejilla mientras sostenía a la castaña por la cintura.

¿Por qué me duele tanto verlo con alguien más? ¿Por qué diablos me molesta que haya encontrado a una linda mujer? 

No debería molestarme, ni mucho menos debería sentir celos y rabia porque él estaba en todo su derecho de ser feliz y de encontrar un amor que sí pudiera estar a su lado y le brindara todo lo que yo no puedo darle, pero es que él sigue estando presente en el centro de mi pecho. 

De nada ha servido mantenerme a raya de él, si mi corazón sigue latiendo y viviendo por él. 

—Al menos ellos encontraron su felicidad —dijo Max, viendo interactuar a las dos parejas—. Bueno, tú todavía tienes esperanza. 

—¿Esperanza de qué?

—Para amar, ser feliz, casarte, tener hijos. ¡Qué sé yo! —se encogió de hombros y reí. 

—No nos digamos mentiras, Max, el amor no fue diseñado para nosotros. Además —sonreí ladeado—, eso sería tener una debilidad. Y para acabar con la m****a italiana no necesitamos tener ningún punto de quiebre, ¿o sí?

—Tienes razón, pero a veces mi cuerpo necesita calentarse con la suavidad y humedad de una linda fémina. 

—Eso no es amor, Maxwell. Es sexo sin ataduras. 

—El sexo libera tensión. Deberías ponerlo en práctica. 

Solté una carcajada, recostando la cabeza de su hombro e ignorando el dolor que sentía en mi corazón y tragándome las lágrimas que pugnaban por salir de mis ojos.

Un nuevo silencio nos rodeó mientras veía a las dos parejas entrar al edificio entre bromas y risas. Ellos son muy felices sin nosotros. No nos necesitan en lo absoluto, siquiera deben extrañarnos y es mejor así, si lo único que traeríamos a sus nuevas vidas es angustia, odio y sangre.

Maxwell me abrazó con fuerza, dejando un suave beso en mi frente, de alguna manera dándome aliento al percibir mi nostalgia. Dos de las personas más importantes de mi vida están viviendo lo que un día soñaron y son felices pese a que se alejaron de mí.    

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