La serpiente

Andrea veía como a medida que pasaban los días todo cambiaba en Betel. La alegría de la recién llegada a la vida no solo del esposo sino también de la suegra, contrastaba con la tristeza de su jefe que había tenido que despedir a una hija destrozada, herida en su orgulloso, amor o vanidad. Optó por andar en su bicicleta casi todo el tiempo, el doctor nunca había llegado temprano pero no acostumbraba faltar y desde ese día era su hábito. Las emergencias se iban directo al pueblo y si ella lo visitaba en casa para saber si aún vivía le tocaba recoger tazas amontonadas con residuos de café o licor.

Estuvo tentada a contarle a Isabel lo que sabía pero en Betel todo seguía bien, aquel incidente no perturbó sus vidas así que ¿para qué? Culpa era lo que para Andrea, podía tener el doctor por apoyar el acto de celos de su hija que paró en

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