Ya estaban casi terminando el plato cuando Dorian frunció el ceño y sacó el celular del bolsillo.
— Qué extraño… — murmuró.
Francine levantó los ojos, desconfiada.
— ¿Qué fue ahora? ¿Alguna acción cayó un centavo?
Él no respondió enseguida. Solo miró la pantalla y luego alrededor, como si escaneara el lugar entero.
Malu, mientras tanto, aprovechaba la tregua momentánea para limpiar el plato con el pan.
— Me llegó una alerta — dijo Dorian, sin mirar directamente a ninguna de las dos. — Hay un AirTag desconocido cerca de mí desde hace un rato.
El tenedor cayó del plato de Francine con un tintineo seco. Ella palideció.
— ¿Un qué?
— AirTag. Un localizador de Apple. Normalmente avisa cuando alguien te está siguiendo sin que tú lo sepas. — Alzó los ojos hacia ella, con una mirada más seria y menos provocadora que de costumbre. — ¿Alguna de ustedes lo tiene?
Francine empujó la silla hacia atrás de golpe y empezó a revisar su bolso con prisa, los dedos temblando levemente.
Malu la observaba,