Las dos se miraron, y Francine soltó un suspiro como quien necesita un baño de sal gruesa.
— Pidamos la cuenta antes de que otro millonario intente comprar nuestra dignidad — murmuró, levantando la mano para llamar al camarero.
Pero el muchacho se adelantó, acercándose con una sonrisa.
— Señoritas, el almuerzo ya está pagado. El caballero que estaba con ustedes pidió que les avisara.
Francine cerró los ojos un segundo y murmuró:
— Obvio.
Malu le dio un codazo suave, riendo:
— De eso no te vas a quejar, ¿verdad, Fran?
Francine acomodó el bolso en el hombro, aún sintiendo el peso simbólico del AirTag escondido en el forro.
Malu caminaba a su lado con paso ligero, como si solo estuvieran disfrutando una tarde cualquiera.
— Bueno, por lo menos ahorré en el almuerzo — comentó Francine, mirando al cielo y tratando de ignorar el rastreo pasivo-agresivo. — Ese dinero va directo a la alcancía de la Paris Fashion Week.
Malu abrió los ojos, fingiendo indignación:
— ¿Ni un regalito de agradecimie