40• Con él.
El sueño me había vencido sin darme cuenta. No sabía en qué momento me había quedado dormida, solo que la penumbra de la habitación me envolvía, como si el mundo exterior no pudiera alcanzarme. Sentí un leve golpe en la puerta y abrí los ojos sobresaltada, tardando unos segundos en entender dónde estaba. La lámpara encendida arrojaba un resplandor dorado sobre las paredes, y fue entonces cuando lo recordé: estaba en casa de Richard.
El golpe se repitió, esta vez un poco más firme.
—¿Señora Davies, está despierta? —preguntó una voz femenina, suave y educada, al otro lado de la puerta.
Me incorporé lentamente, parpadeando todavía adormecida.
—Sí… un momento —respondí, buscando las zapatillas a tientas antes de dirigirme hacia la puerta.
Al abrirla, me encontré con una mujer de rostro amable, de unos cincuenta años, con el cabello recogido en un moño y un delantal pulcro sobre su vestido azul oscuro.
—Buenas noches, señora —dijo con una sonrisa cálida—. ¿Desea cenar ahora?
La miré, un po