3 - El Confidente

(Narrado por María)

Reconozco que nunca antes había disfrutado de la ciudad como hasta ese momento. Visitar cada lugar con una persona tan intensa fue abrumador. Era como si nada importase, solo nosotros y el lugar que nos rodeaba.

Me di cuenta en seguida de que él era un tipo con el que se podía hablar de cualquier tema, incluso de moda y no era de extrañar, tenía gran estilo vistiendo. Me sorprendió que conociese de oídas a algunos diseñadores de moda.

- Es demasiado – me quejaba después de que viésemos a una pareja que perfectamente podría haber tenido sexo en aquel banco, delante de todo el mundo. La forma en la que se besaban lo dejaba bien claro, lo mucho que se deseaban – hay que saber comportarse en sociedad.

- Hay veces que no puedes evitarlo – contestó. Me fijé en él que tiraba el envoltorio del caramelo a la papelera más cercana justo cuando pasamos por delante – para ellos no existe nada más... ¿nunca has sentido un amor tan apasionado como ese? – nos detuvimos junto al mar, en el puerto, evitando su mirada – Darío y tú...

- No quiero hablar de eso – le corté, en el acto. Asintió, desviando la mirada algo incómodo.

- De acuerdo, pero ... creo que es un error – Había varias ocasiones que él era del todo inapropiado. Ese era uno de esos momentos. Era demasiado directo y jamás se callaba lo que pensaba – no hablar de ello no lo hará desaparecer. Al contrario... - levanté la vista para mirar hacia esos ojos negros que se escondían detrás de sus gafas redondas. Él asintió, calmado, y sólo con eso ya me hizo sentir a salvo. Era como si pudiese contarle cualquier cosa a mi buen amigo consejero.

Me parecía del todo una locura, porque hacía menos de 24 horas que nos conocíamos.

- Cuando estaba con él era perfecto – me atreví a decirle. Él se relajó en cuanto consiguió que confiase en él para hablar de ello – a veces sentía que no importaba nada más, pero nunca me atreví a hacer esas cosas en público – asintió, sin opinar al respecto – Soy muy tímida. Hay cosas que no puedo...

- Cuéntame, ¿cómo os conocisteis? – sonreí, calmada, porque él me transmitía esa sensación cálida. Sabía que podría contarle hasta mis más oscuros secretos.

- En realidad... nos conocimos estando en el instituto – eso le sorprendió – Pero yo nunca supe lo que él sentía hasta hace unos años en el que se confesó.

- ¡Vaya! Nunca lo habría imaginado. Darío Espier no parece ser de esos hombres que viven un amor de un solo lado.

- Intentó llamar mi atención a su manera – aseguré – pero la forma que encontró para hacer eso consistía en meterse conmigo e insultarme. Lo pasé muy mal por culpa de él y su amigo... - asintió, sin decir nada, y yo agradecí que no opinase al respecto – Cuando volví a encontrarle le odiaba.

- Cosa normal – sonreí, mientras seguíamos la marcha hacia lo desconocido, fijándonos en la gente que paseaba a nuestro alrededor - ¿y cómo pudiste enamorarte del hombre que te hizo la vida imposible? – me encogí de hombros.

- Porque había estado equivocada con él desde el principio. Nunca me di cuenta de todas las cosas que él intentó hacer por mí, de sus sentimientos y ... cuando lo descubrí estaba tan sorprendida que me quedé quieta a mirarlo. Sé que es difícil de entender, pero ...

- Darío es tu primer amor – se percató. Asentí algo sorprendida de que hubiese podido descifrarlo con tan sólo una pequeña conversación - ¿por qué terminó? – bajé la mirada, algo incómoda.

- Se presentó un obstáculo – le dije – Su padre no estaba de acuerdo con nuestra relación... e intentó separarnos – me mordí el labio – Me ofreció dinero y otras cosas... pero yo ... no podía dejarle.

- Entiendo. Te dejó él – asentí – Basta de hablar de cosas tristes, ¿te apetece un helado? – miró hacia el camión de helados que teníamos delante.

- Denos dos – pedí al responsable, pagando con mi propio dinero.

Siempre me ha gustado tomar helado cuando siento pesadez en mi interior, parece que calma esa sensación y hace que todo sea más fácil.

- ¿A qué hora tienes que volver al trabajo? – me encogí de hombros.

- No tengo muchas clases en estos días, porque están preparando los horarios para el curso. Y tampoco estoy haciendo nada importante en el taller – sonrió – quizás pueda tomarme unas mini vacaciones mientras estás aquí.

- Eso suena bien – seguí disfrutando de mi helado un poco más, hasta que él dijo algo - ¿aún ponen esa noria gigante en el parque? – eso captó mi atención – Estuve aquí otra vez, cuando era niño, con mis padres.

- La siguen poniendo.

- ¿Te gustaría subir?

La conversación varió mientras nos dirigíamos al parque. Dejamos atrás al gran amor de mi vida y nos centramos en mi familia. Le hablé de la repentina muerte de papá, del retiro espiritual de mamá, de mi hermano que estaba probando suerte en Inglaterra como biólogo marino.

- ¿En Inglaterra? – preguntó de pronto, en la considerable cola que había para subir a la noria. Parecía que todo el mundo había pensado en lo mismo que nosotros - ¿en qué parte?

- Brighton – él sonrió como si esa información pudiese hacerle muy feliz - ¿qué? – me quejé al respecto.

- Mis abuelos maternos viven ahí – eso me sorprendió – solía pasar los veranos de mi niñez allí y se empeñaban en hablarme en inglés todo el tiempo. Era de lo más incómodo, porque se me dan de puta pena los idiomas – rompí a reír, él tenía una forma de lo más peculiar de hablar de todo. Me hacía sentir cercana en cada una de nuestras conversaciones – Ni siquiera te he hablado de ello. Mi madre es inglesa y mi padre español, así que tengo lo mejor de ambos – Sonreí, sin lugar a dudas él me hacía sentir muy bien – Esa sensación de la que hablabas antes... sobre que la vida es muy injusta con las buenas personas... yo también la he sentido, más en los últimos dos años desde que mi madre empeoró. Está enferma, ¿sabes? No suelo hablar de esto con nadie, pero ... contigo es fácil contarte cualquier cosa – me sentía bien pensando en que él parecía sentir lo mismo que yo con él.

- ¿Qué tiene? – me interesé al respecto.

- Esquizofrenia paranoide – contestó. Y eso me sorprendió demasiado, no esperaba que fuese ese tipo de dolencia – Nos está costando mucho a mi padre y a mí sobrellevarlo. No es que haya sido de pronto, siempre tuvo episodios, pero los tenía controlados con su medicación. Fue de pronto, cuando yo acepté un trabajo en el museo de Londres y me marché unos meses. Mi padre dice que no pudo soportar esa distancia entre nosotros y colapsó. Yo... creo que tiene razón. Verás... nosotros hemos estado siempre muy unidos, desde que mi hermana pequeña murió de leucemia a los tres años de edad.

- Lo siento muchísimo, Santiago.

- Está bien, ya estoy bien – prometió – Pero ... después de que ella muriese me volví ateo. Si existe algún dios en este mundo... creo que al menos debería evitar que un ser tan puro como un niño, que no ha hecho daño a nadie, sufra todo un calvario, ¿no crees? – asentí, entendía perfectamente su punto de verlo – Esa tragedia nos unió mucho más – aún nos quedaban bastantes personas por delante. Eso parecía ser eterno – Bueno, dejemos de hablar de mí, háblame de ti.

- ¿Qué quieres saber?

- ¿Cómo es tu vida alejada de los tuyos? ¿Los echas de menos?

- ¡Por supuesto que lo hago! – sonrió y su mirada me hizo sentir muy bien.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo