Marina decidió volver a su habitación para acostarse a dormir.
Justo cuando se acostó y cerró los ojos, recordó lo inquieto que era Andi.
Se levantó y regresó en silencio a su puerta, la abrió con cuidado y miró por la rendija para asegurarse de que estuviera estudiando de verdad.
Bien.
Al verlo sentado tranquilamente con su libro, Marina se relajó y volvió a su habitación a dormir.
Mientras tanto, Andi leyó durante unas tres horas.
Memorizó algunas cosas, pero ya no podía seguir sentado.
Le dolían las nalgas ya casi planas.
Se bajó de la silla para estirar las piernas, moviendo sus grandes ojos de un lado a otro mientras tramaba algo.
Abrió la puerta y asomó la cabeza al pasillo.
No había nadie en la sala.
Las empleadas y la ama de llaves estaban ocupadas, algunas preparando el almuerzo, otras limpiando.
Con una sonrisa traviesa, Andi corrió de vuelta a su habitación y metió en su mochila el regalo que había preparado para César.
Se aseguró de que su reloj co