En el hospital del Sagrado Corazón. Ricardo acababa de terminar una reunión con los jefes de departamento y salía del salón, rodeado por un grupo de médicos. —Pongan en marcha este plan de tratamiento. El equipo médico más avanzado y los nuevos medicamentos importados llegarán esta tarde a sus áreas. —Sí, doctor. —asintió uno de los jefes. El teléfono en el bolsillo de su bata vibró. Durante la reunión, Ricardo lo había puesto en silencio. Sacó el celular y, al ver el nombre en la pantalla, levantó una ceja, conteniendo la sonrisa. Marina lo estaba llamando. Marina lo estaba llamando primero. —Ustedes sigan adelante. —les dijo a los médicos, y se dio la vuelta para ir rápido a su oficina. Cuando estuvo solo, su emoción le iluminó la cara. Incluso se rio como un tonto. Pero esperó que timbrara dos veces antes de contestar, intentando sonar relajado. —¿Bueno? Quiso que pareciera casual, como si hubiera contestado sin darle importancia. —¡Ricardo! Andi se esc
Los guardias de seguridad era más bien pocos, y cada uno estaba en un lugar diferente. Además, al estar en un barrio residencial, la vigilancia no era tan estricta como en la mansión de Valle Motoso. Y fue gracias a esto, que Andi se escapó sin problemas. Cuando llegó a la calle, lo primero que hizo fue llamar a César. En la sala de reuniones de la planta alta de Grupo Runpex, César estaba dirigiendo una junta con el equipo a cargo de un proyecto internacional. Su teléfono, que estaba boca abajo junto a sus papeles, vibró. Miró la pantalla y levantó una mano, interrumpiendo la presentación de uno de sus empleados. —Pausa por un momento. Sin levantarse de su silla, contestó la llamada. —Andi, estoy muy ocupado ¿qué pasa? Andi no sabía que César estaba en medio de una reunión. Su tono era alegre y despreocupado. —Tío César, ¿dónde trabajas? —En Runpex. ¿Por qué preguntas? El sonido de la voz de Andi tenía un efecto relajante. César no pensó mucho en su pregunt
Miró el reloj sobre su escritorio. La reunión llevaba casi dos horas y estaba por terminar. Clara se levantó y salió de la sala para esperar afuera. En estos cinco años, su puesto no había cambiado: seguía siendo la asistente especial del presidente. Sin embargo, su sueldo y las responsabilidades que manejaba habían aumentado muchas veces. En la empresa, su estatus solo estaba por debajo del vicepresidente y los accionistas. Podía decirse que muchas de sus decisiones y palabras representaban a César. Después de revisar y firmar la última página de un documento, Clara salió de su oficina. Fue al despacho presidencial y dejó el archivo en el escritorio de una de las secretarias. —Este documento lo tiene que enviar al director del departamento de marketing. —De acuerdo con todo, Clara. En la planta alta, justo afuera de la sala de reuniones, Clara no tuvo que esperar mucho. Pronto, César salió del salón después de terminar la junta. Ella se acercó y caminó a su lad
El chisme era sin duda más importante que su trabajo. Clara pasó junto a los escritorios y golpeó uno con los nudillos, con voz seria: —¿Siguen mirando? ¿No temen que el presidente aparezca de repente y les dé más trabajo? —Je,je… —Una de las secretarias se rio con incomodidad. —No estamos haciendo nada. Ya me pongo a trabajar. De hecho, este fin de semana planeo salir con mi hijo. Dicho esto, regresó a su puesto y comenzó a revisar los documentos del día. Clara tomó su taza de agua y volvió a su oficina, pero antes echó un vistazo rápido al despacho del presidente. ¿Quién era ese niño y como estaba relacionado con César? Dentro de la oficina, César dejó a Andi sobre el sofá. El pequeño se quitó la mochila y sacó una caja de regalo, entregándosela con una gran sonrisa. —Tío César, esto es para ti. ¡Gracias por invitarme a comer la última vez! Mami dice que siempre hay que ser agradecidos. Su voz infantil era pura y sincera, y la seriedad con la que entregaba el re
No esperaba que la letra de Andi fuera tan ordenada. Además, sabía mucho más que otros niños de su edad. Ya estaba aprendiendo física. Aunque algunos conceptos no los recordaba con exactitud, en general entendía la materia y podía explicarla bien. Para tener solo cinco años, sus capacidades intelectuales eran las de un pequeño genio. Por primera vez, César sintió curiosidad por la familia de Andi. ¿Qué tipo de entorno podía criar a un niño tan inteligente y organizado? Un niño con una mente brillante y un rendimiento excepcional. Por primera vez, pensó en conocer a sus familiares. Pero… si Andi salía solo, sin que nadie lo cuidara, ¿significaba que venía de un hogar con un solo padre? ¿Su madre estaba demasiado ocupada con el trabajo para cuidarlo? Mientras César pensaba en esto, Andi levantó la vista y dejó de escribir. —Tío César, ¿ya terminaste tu trabajo? —Aja. Esa respuesta corta le recordó a Orión. Cuando le hacía preguntas a su hermano, él también solía responder con u
No pasó mucho tiempo. De alguna manera, Ricardo logró calmar a Marina y agarró el teléfono otra vez para hablar con Andi. —Quédate con el tío César un rato. Después de que termine de almorzar con tu tía, iré por ti. —¡Está bien, tío Ricardo! No hay prisa. —respondió Andi, con una voz angelical muy bien actuada. Colgó y le devolvió el celular. —Tío César, aquí tienes. César lo recibió con calma y lo dejó a un lado sobre la mesa. Mientras esperaban la comida, Andi lo observaba de arriba abajo. ¿Habría escuchado la voz de su tía gritando? Cuando se dio cuenta de que era Marina quien llamaba, Andi había bajado el volumen del teléfono sin que se dieran cuenta. Era un niño, sí, pero tenía sus mañas. ¡No podía permitir que el tío César viera como le gritaban! Eso dañaría su imagen de niño bueno. César había escuchado algo, pero no con claridad. Y como no era alguien que le gustara meterse en los asuntos ajenos, simplemente lo dejó pasar. Por otro lado, en el auto
Ricardo tomó el vaso y bebió un poco de jugo, ocultando lo que pensaba. Sus labios se apretaron un poco. Había conocido a Celeste y a Álvaro. Marina no tenía hermana. La única persona que podría estar tan cerca de Marina era Perla. Parece que Perla realmente no había muerto. Y Andi tenía cinco años, según los cálculos, su padre… ¡César! Ricardo se sorprendió al pensar en ese nombre. Han pasado cinco años, ¿y ahora César de repente tenía un hijo? Y durante esos cinco años, no solo había perdido a su novia, sino que también César tuvo un hijo antes que él. Parece que, en esos cinco años, el que más había sufrido era él. Una sensación amarga se esparció por su pecho, como si hubiera tomado vinagre. En otro restaurante de la misma ciudad, Andi y César estaban sentados frente a frente. César de vez en cuando le servía comida a Andi, señalando un pescado en su plato. —Andi, ¿por qué no te comes el pescado? El pescado es bueno para el desarrollo del cerebro de los niños, a
Con el estómago lleno, Ricardo tomó la mano de Marina y la llevó al carro. Marina se sentó en el asiento del copiloto y, como ya era tarde, empezó a sentir sueño. Se balanceaba de un lado a otro en el carro, cerró los ojos un momento y dio un leve asentimiento, confiada en que Ricardo la llevaría a buscar a Andi, así que no necesitaba conducir. Al ver que dormía profundamente, Ricardo manejó hasta un hotel cercano. Después de reservar la habitación desde su celular, la cargó y la subió. Tal vez el sueño es contagioso, porque Ricardo también se sintió cansado. Después de quitarle los zapatos a Marina y acostarla en la cama, le envió un mensaje a César. —Por la tarde, iré a buscar a Andi. Luego, se metió al otro lado de la cama, se cubrió con las cobijas y la abrazó mientras se quedaba dormido. Entre dormidos y medio despiertos, pasaron la tarde. Marina pensó que su almohada la estaba abrazando, así que se dio la vuelta y se frotó contra el peluche que tenía a su lado. Pe